El 14 de Febrero de 2017 fue un gran día para la reforma de la Ley del Indulto. Llevaba aprobada 147 años y hacía falta un retoque, por lo que el Congreso se aprestó a ello. Ya tenía por entonces un papel relevante en el Grupo Socialista Juan Carlos Campo, aunque aún le faltaban tres años para ser ministro y relativizar que el Estado tenía que defenderse de los sediciosos y los rebeldes, y sin tanques en la calle.
El diputado y futuro ministro de Justicia, se expresaba, en consecuencia, como si fuera un diputado de la oposición de hoy mismo. Era partidario de impedir que el indulto pudiera aplicarse a delitos cometidos por una autoridad en el ejercicio de un cargo público, a los delitos de corrupción y a los de violencia de género. El futurible Campo exigía que la institución del indulto fuera utilizada con finalidades constitucionalmente legítimas, impidiendo que el poder Ejecutivo invadiera competencias del Poder Judicial. Los motivos de la concesión deberían ser restrictivos y en ningún caso podría concederse el indulto total sin un parecer favorable del tribunal sentenciador.
No es que él estuviese en contra del indulto. Para terminar su intervención recurrió a una ilustrada analogía: recordó que Dostoyevski iba a ser fusilado en diciembre de 1849 por sus actividades antizaristas y que ya frente al pelotón de fusilamiento le llegó el indulto. “De no haber sido así no habríamos leído ‘Crimen y Castigo’, ‘El jugador’ o ‘Los hermanos Karamazov’. ¿Querrá decir que el cíclope Junqueras podría escribir una segunda parte de ‘Tirant lo Blanc’ o competir con la prosa de Josep Pla y si en plan poeta, con Ausias march. Ya es milagroso que lea. Debió poner otro ejemplo: si al presidente de la Generalidad, Lluís Companys, no lo hubiera indultado el Frente Popular por su golpe del 6 de octubre de, no habría sido responsable de los 9.139 fusilamientos que se produjeron en la guerra bajo su responsabilidad. Eso no quiere decir que Franco no lo habría fusilado igualmente, pero se habría ido con mucho menos peso en la mochila.
ERC, a quien aún le faltaban siete meses y medio para hacer méritos y que se expresó en aquel pleno por boca de Joan Tardà, se mostró partidario de endurecer las condiciones del indulto, terminó su intervención con estas palabras: no queremos indultos para los chorizos, no queremos indultos para los corruptos (la malversación de dinero público en la que tanto incurrieron todos, incluyendo los camaradas de Tardà) y porque, además, exigimos transparencia. Finalmente recuerden: Indulto para Andrés Bódalo. Indulto para Andrés Bódalo”. Bódalo fue condenado por apalear con resultado de lesiones al que fue teniente de alcalde socialista Juan Ibarra. El podemita Eduardo Santos Itoiz, respaldó la reforma, aunque él era partidario de ampliar su aplicación a otros supuestos: ¿por qué han de quedar fuera del indulto la prostitución, la violación y la trata de personas? El pobre no debía de saber que la prostitución no está tipificada en el Código Penal, pero el diputado sabe apuntar adonde les aprieta el zapato. Desde entonces han ido a más: el martes proponían un calendario para discutir la amnistía y la autodeterminación con los golpistas catalanes. Así está el tema.