Miquel Giménez-Vozpópuli

El golpe de estado por la puerta de atrás y toneladas de Hemoal tiene algunos obstáculos para alcanzar sus objetivos, que no son otros que una república confederal bolivariana. Uno de ellos, y no el menor, es el Consejo General del Poder Judicial, ese lamento permanente del sanchismo que acusa al PP de poco democrático al no pactar su renovación. Dicho consejo está más que caducado, cinco años nada menos, pero su composición no favorece a los intereses de la banda Frankenstein de cambiar la ley sin que se note mucho poniendo en los sitios adecuados a sus adeptos.

El PP, que ya se equivocó con el Constitucional, no quiere repetir el error con el CGPJ porque sabe que vienen curvas y la amnistía, los referéndums de autodeterminación y quién sabe qué más están a punto de caer. Sánchez ha demostrado que no es hombre de fiar ni que se pueda dar crédito a sus promesas. Cambios de opinión, lo llama con descaro. Siguiendo la estrategia de llamar facha a todo lo que no sea el dobladillo de los pantalones de Sánchez, la turba de jabalís enfurecidos que lo acompaña ya está bramando. Les han dicho que hay que acusar al PP de ir contra la Constitución. Hace falta tener cuajo. Unos tíos que han vendido a España por siete votos en una investidura a los lazis golpistas, que los van a amnistiar, que ya indultaron a otros, que les darán todo lo que pidan desde los trenes hasta los inspectores de Hacienda, que se dan la mano con los bilduetarras y ahora salen con que es el PP quien boicotea nuestra Carta Magna. Amos hombre.

Sánchez, por descontado, se niega en redondo aduciendo que lo primero es pactar la renovación y luego, ya si eso, hacer la ley. No sabe nada el gachó

Sánchez, al que le gustaría dejar resuelto el asunto antes de fin de año, ha dicho a la prensa que va a convocar a Feijoó para tratar del asunto dejando claro que pretende “una renovación sin condiciones”. Los populares están de acuerdo en renovar ese órgano siempre y cuando se cambie la ley para elegirlos. Tienen razón. A los jueces deben elegirlos los jueces o al empleo de general se debe llegar por escalafón y perdonen la cuña, pero clama al cielo lo que pasa en Defensa. Que cada uno se organice con arreglo a derecho y elimínense elementos espurios de la justicia. Separación de poderes, lo llaman. Sánchez, por descontado, se niega en redondo aduciendo que lo primero es pactar la renovación y luego, ya si eso, hacer la ley. No sabe nada el gachó.

Feijoó ha dicho que acudirá, pero que le gustaría no tener que enterarse del orden del día de sus reuniones con el presidente por la prensa. Ahora bien, ¿es bueno o es malo que el líder del partido ganador de las elecciones vaya a ver a un Sánchez que no hace prisioneros? Si no va, le dirán de todo; si va y no pacta, será peor. Lo único que quieren los sanchistas es que se postre ante Sánchez y ceda en todo. Y eso no puede hacerlo el líder del primer partido constitucionalista de la cámara. Y es que, como decía Jose Mota al que tanto recurro porque es un filósofo del humor, si hay que ir, se va, pero ir por ir es tontería.

Ante el increíble morro que le echan estos zurdos a mí sólo se me ocurre tirar de surrealismo. Si yo fuese Feijoó iría, pero acompañado de varias agrupaciones de toxos e xestas y estaría tocándole la gaita lo que durase la entrevista, esquivando las preguntas del César de hojalata con respuestas tales como Amiguiños si, pero a vaquiña polo que valeNin tanto arre que fuxa nin tanto xo que pareO que ten cu, ten medo, despidiéndose con el clásico Marcho, que teño que marchar. Si además aprovecha para que el Califa monclovita se trinque unos orujos caseros llevados astutamente por el líder popular, lo deja en globo. Malo será, Don Alberto.