Miquel Escudero-El Imparcial
Publicado elmiércoles 02 de junio de 2021
Doctor en Historia Contemporánea, Gaizka Fernández Soldevilla es responsable de Archivo, Investigación y Documentación del Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo, inaugurado este martes en Vitoria por los Reyes de España. Acaba de publicar un nuevo libro: ‘El terrorismo en España’ (Cátedra), y aborda el que va de ETA al Dáesh; desde 1960 hasta nuestros días, y siempre en un contexto internacional.
El historiador vasco menciona en la introducción al general Mola, quien en 1936 dijo en Navarra: “es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado”.
El terrorismo, ciertamente, nunca ha sido monopolio de una doctrina. Gaizka acierta en subrayar que “los terroristas no comparten una ideología, sino un método” con el principio de que el fin justifica los medios. Un historiador debe aplicarse en localizar mentiras y mitos, allá donde estén; es su primera función social.
No se debe ignorar que hay falsas narrativas que generan odio y fanatismo y que “animaron a los miembros de ETA a matar”. Esta banda no sólo mató e hirió, sino que mintió. Así se destaca que, durante la guerra, 12 de los 193 asesinados en Álava eran del PNV (6,2% del total y 20% de los votos en 1936). Los franquistas acabaron con la vida de un 0,18% de la población de Euskadi, un porcentaje diez veces menor que el causado entre las gentes del suroeste de España. No obstante, se divulgó un imaginario bélico emotivo y antiespañolista que arrastró consigo un odio a muerte al ‘Estado’ y a los ‘españoles’.
Gaizka Fernández Soldevilla insiste en que ni ETA ni los GRAPO (que llegó a matar a 92 personas y herir a otras 96; señalemos como referencia que las Brigadas Rojas, fundadas un año antes que éstos, produjeron 78 víctimas mortales) nacieron para derrocar la dictadura: “aunque les sirvió a efectos propagandísticos, su antifranquismo fue totalmente accidental”. Es un dato objetivo e irrefutable que el 95% de los asesinatos de ETA fueron cometidos tras la muerte de Franco.
Entre 1970 y 1989, según el GTB (Global Terrorisme Database): el terrorismo produjo 75.310 muertos y 56.932 heridos en todo el planeta; de los cuales, 4.945 muertos y 9.049 heridos lo fueron en Europa. Entre 1990 y 2018: los números ascendieron en todo el mundo a 359.671 asesinatos y 492.822 heridos; de los cuales, 9.155 muertos y 21.491 heridos lo fueron en Europa. En esos dos períodos integrados (1970-2018) y según el GTB, el terrorismo en España se cobró la vida de 1.289 personas y dejó 4.935 heridos, con serias mermas físicas o psicológicas.
A muchos les resulta incómodo guardar memoria de las víctimas y, por esto, miran hacia otro lado. Llegan a evitar enfrentarse a la verdad de lo sucedido y tergiversan para aliviar su mala conciencia.
Hay que hablar no sólo de cifras, sino de personas de carne y hueso, de sus biografías. Hay que elaborar relatos veraces en donde las víctimas sean bien visibles, y así lo hace Gaizka.
¿Quiénes fueron José María Piris Carballo o su amigo Fernando García? Dos niños víctimas del terrorismo etarra, uno perdió la vida y otro quedó vivo con serias secuelas físicas y psicológicas. Sus verdugos nunca pensaron en ellos, se permitieron ser brutales y algunos aún reciben aplausos sociales por sus carnicerías. No sólo es un escarnio para las víctimas, es una vergüenza para cualquier ciudadano de bien.
Los crímenes etarras tuvieron una función política, el control social: acoso, aislamiento, expulsión de sus enemigos. Gaizka Fernández Soldevilla recalca el hecho de que las primeras protestas contra el terrorismo etarra fueran organizadas en 1978 por el PCE-EPK, con el asesinato del periodista José Mª Portell. ¿Quién lo sabe hoy?
La primera razón de ser de las distintas asociaciones de víctimas del terrorismo es cubrir un desamparo institucional doloroso y vergonzoso. A estas personas hay que proporcionarles asistencia psicológica y sociocultural. Su debido amparo pasa también por pedir mejoras en la legislación, actuar como acusación particular en algunos juicios y denunciar los desmanes públicos de enaltecimiento terrorista; en suma, trabajar por hacer justicia. Se precisa promover trabajos de investigación y sensibilizar a la opinión pública. Se fija Gaizka en Sin perdón, una película donde Clint Eastwood es un pistolero que reconoce que, al matar a alguien, “le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría tener. Todo lo que podría hacer”. Tomar conciencia de ello nos sitúa, de forma inexorable, delante de un gran espejo.