EDITORIAL EL PAIS – 21/08/16
· El partido de Pablo Iglesias hace aguas en las principales autonomías.
El problema que tienen las fuerzas políticas que crecen en aluvión es que, antes o después, empiezan a agrietarse cuando algunos de sus protagonistas quieren volar solos o sacar provecho de los réditos de un buen resultado electoral. Eso le está pasando ahora a Podemos y sus aliados territoriales. El ejemplo de la coalición En Marea, en Galicia, puede ser el principio de una crisis de mayor calado que puede sufrir el partido de Pablo Iglesias a medida que pasen los meses.
Podemos es una coalición política que nació del desencanto de cientos de miles de españoles frente a la respuesta política, económica y social del establishment y los viejos partidos ante la crisis global que comenzó en 2007. Una fuerza que creció rápidamente de la mano de unos líderes políticos de marcado acento populista, que aprovecharon el desconcierto inicial de las fuerzas tradicionales para captar varios millones de votos con unas propuestas radicales que muy pronto calaron en el clima de desesperanza de una España en crisis.
Llegaron las elecciones municipales de 2015 y los líderes de Podemos supieron aliarse con candidaturas de éxito en algunas de las principales capitales españolas. Ello les llevó a firmar acuerdos con otras fuerzas populistas en Cataluña, País Vasco, Comunidad Valenciana y Galicia, que les aportaron muy buenos resultados en las elecciones generales de diciembre de 2015 y, en menor medida, en junio de 2016.
Sin embargo, esas coaliciones se están agrietando ahora por varios motivos. En primer lugar, la promesa incumplida de Iglesias a sus socios de que tendrían grupo parlamentario propio en el Congreso fue el inicio de un desencanto que se ha acrecentado ahora con motivo de los comicios de Galicia y el País Vasco.
Además, sus principales figuras políticas municipales (Manuela Carmena en Madrid y Ada Colau en Barcelona) se han desmarcado de forma ostentosa del aparato oficial de Podemos cuando éste ha querido sacar partido de un éxito que no le corresponde. Eso sin contar el fracaso de la coalición con Izquierda Unida que les ha llevado a perder casi un millón de votos en las pasadas elecciones.
Podemos tiene ante sí un serio problema de crecimiento y de identidad. Han perdido la inercia positiva que lograron al asumir los ideales del 15M y su estructura interna es cada vez más autoritaria frente a sus aliados territoriales, que no van a aceptar la larga mano de Iglesias en sus decisiones a todos los niveles. El golpe de En Marea al obligarles a renunciar a sus siglas en las elecciones gallegas puede ser el principio de una serie de iniciativas territoriales que pondrán en evidencia la debilidad del partido morado fuera de Madrid.
Si Podemos quiere consolidarse como una fuerza política de implantación nacional tiene que olvidar su estilo caudillista (algo difícil a la vista de las últimas purgas llevadas a cabo) y aclarar su posición ideológica, tanto a nivel político, como económico o territorial. No se puede pretender ser comunista y socialdemócrata a la vez, ni defender el derecho a decidir en varias regiones postulándose como un partido nacional.
EDITORIAL EL PAIS – 21/08/16