Alberto Ayala, EL CORREO, 2/9/12
Los partidos vascos empiezan a resituarse en su rol previo a la legislatura del cambio sin esperar los resultados del 21-O
Faltan aún 49 días para que los ciudadanos se pronuncien en las urnas, pero las grandes formaciones vascas comienzan ya a resituarse en el tablero político. Internamente todas ellas parecen dar por buenos los sondeos que apuntan que la actual legislatura del cambio ha sido un paréntesis que difícilmente volverá a repetirse, y han empezado a reasumir un rol similar al que tenían hace tres años y medio cuando PSE y PP pactaran el desalojo del poder del nacionalismo y la creación del primer Gobierno monocolor socialista de Euskadi.
El PNV es el único partido que trabaja con la doble convicción de que ganará las elecciones del 21O y recuperará Ajuria Enea. El temor al ‘sorpasso’ de la izquierda abertzale, a que EH Bildu le desplace como fuerza más votada, presente en cada una de sus decisiones de los últimos meses –incluida la elección del candidato a lehendakari–, empieza a diluirse. Aun así, la orden es mantener viva la llama de la amenaza como mejor forma de que el partido siga tensionado y evitar errores.
Iñigo Urkullu, segundo presidente del EBB que presentan los jeltzales como aspirante a Ajuria Enea –el primero fue Carlos Garaikoetxea en los lejanos días de la Transición– se sabe en el centro del tablero. Observa cómo sobre todo el lehendakari Patxi López pugna por confrontar ‘cara a cara’ con él, como hacen los aspirantes peor colocados con quien se perfila ganador, y se siente cómodo en el papel.
Aromas del pasado
Las prioridades de EH Bildu son otras. La conjunción de fuerzas de la izquierda abertzale sabe que va a obtener un gran resultado. Su aspiración es aparecer la noche del 21-O pisando los talones al PNV, pero sabe que Ajuria Enea queda lejos de su alcance. Primero porque el PNV, diga lo que diga ahora que huele la victoria, se pensaría muy mucho volver a actuar como lo hizo hace un año en Gipuzkoa, cuando rechazó pactos para cerrar el paso al poder a los herederos de Batasuna. Además, resulta altamente improbable que los socialistas y el PP se quedaran cruzados de brazos ante tal eventualidad.
EHB busca un grupo parlamentario lo más amplio posible por dos razones. Una: para que, tan pronto amaine la crisis, empuje sus aspiraciones secesionistas. Y dos: sobre todo, para que sea una nueva ‘invitación’ al Gobierno de Rajoy a cerrar el capítulo terrorista con rapidez y mayor generosidad hacia los etarras.
Claro que la propia izquierda abertzale se complica esta aspiración con su comportamiento diario, por más que preserve la imagen de mujer que busca el consenso de su candidata Laura Mintegi. Y es que los herederos de Batasuna, tras obtener el plácet judicial a Sortu y a su retorno a las instituciones, en vez de acentuar los gestos hacia, por ejemplo, las víctimas, se han instalado en silencios y estrategias que huelen más a pasado que a futuro. Basta con repasar actitudes y declaraciones de estos días sobre el caso del preso Uribetxebarria Bolinaga.
El PP vasco ya no se vende como agente determinante para traer el cambio político a Euskadi, como hace cuatro años. Tampoco ve tan al alcance de la mano como hace solo unos meses la posibilidad de un acercamiento al PNV en Euskadi a cambio del apoyo jeltzale al Ejecutivo popular en el Congreso. Lastrado por los durísimos recortes sociales del Gobierno de Rajoy –con quien se mantiene el cierre de filas por lealtad y convicción– y por la incomprensión a su política antiterrorista de un segmento de los votantes e incluso de parte de los dirigentes de Génova, Basagoiti y su equipo se han instalado en una estrategia más conservadora.
Se trata de evitar fugas en su electorado en una doble dirección. Hacia el PNV de votantes populares que pueden tener la tentación de respaldar las planchas jeltzales para evitar un triunfo de EH Bildu, que ningún sondeo prevé ya. Y hacia UPyD, de los más intransigentes en el capítulo terrorista.
Aún más evidente es el cambio de rol del PSE. Todavía en el poder, los socialistas tienen tan interiorizado que son prácticamente nulas las posibilidades de que Patxi López repita en Ajuria Enea, que además de vender su gestión y su oposición a los recortes de Rajoy, han comenzado a lanzar guiños al PNV de su disposición a pactar como segundos un Gobierno de coalición transversal fuerte tras el 21-O para hacer frente a la crisis. Una estrategia que no termina de ser del agrado de algunos cuadros del partido, que la juzgan precipitada.
El melón interno
Y es que el PNV se ha cuidado muy mucho de clarificar si tiene en mente formalizar pactos para conformar un Ejecutivo monolocolor o bicolor con mayoría absoluta en el Parlamento o si intentará gobernar en solitario buscando apoyos diferentes en cada materia. Una opción que a día de hoy parece la más probable y que no parece demasiado congruente con las críticas de las últimas semanas a López por seguir gobernando con el apoyo de solo 25 de los 75 parlamentarios.
En este sentido, medios políticos recuerdan que la investidura de Urkullu obligará al PNV a reabrir de inmediato el melón interno y a elegir un nuevo presidente del EBB. Renunciar a formalizar pactos estables supone no decantarse de entrada ni por el PSE, ni por el PP ni por la izquierda abertzale. Ello, unido al hecho de que recuperar el poder supone disponer de muchos puestos de responsabilidad muy bien remunerados para recolocar a afiliados en paro tras perder Lakua, Gipuzkoa, Álava y decenas de ayuntamientos, puede invitar a suavizar tensiones, a que no rebrote la tormenta entre el sector vizcaíno y el que encabeza Egibar. De momento el actual presidente del Bizkai buru batzar, Andoni Ortuzar, parece el mejor colocado para dar el salto al liderazgo jeltzale.
Alberto Ayala, EL CORREO, 2/9/12