Luis María Ansón, EL MUNDO 20/12/12
La opinión pública está a la espera de una respuesta contundente de los dos grandes partidos nacionales al desafío lanzado por Arturo Mas y su nuevo socio de extrema izquierda, ERC. El think tank de Rajoy, es decir, Arriola, Moragas y Nadal, puede seguir recreándose en la contemplación de los ombligos monclovitas y dar continuidad a la fórmula estéril de verlas venir sin hacer nada. La política seria consiste en prevenir, no en curar. Aunque tarde, todavía le cabe a Rajoy una respuesta de Estado. Al presidente le corresponde la iniciativa de convocar en Moncloa al líder de la oposición y redactar con él una declaración conjunta de los dos grandes partidos. Se trata de comunicar a la opinión pública que el Partido Popular y el Partido Socialista rechazan el acuerdo plebiscitario de CiU y ERC y que, conforme a lo que han jurado o prometido, cumplirán y harán cumplir la Constitución.
La Transición consistió en el pacto de Estado entre el centro derecha y el centro izquierda para actuar en común ante los grandes problemas de territorialidad, terrorismo y política internacional. Suárez, Calvo-Sotelo, González y Aznar respetaron escrupulosamente ese pacto clave para la estabilidad de España, para la paz, la pros- peridad y la libertad de las que ha gozado nuestra nación en las últimas tres décadas. Zapatero tuvo la ocurrencia de quebrantar el espíritu de la Transición, envió al PP al zaquizamí de la Historia y se entregó a los partidos secesionistas, con el resultado que ahora padecemos todos.
Cumplir y hacer cumplir la Constitución significa que CiU y ERC deben acatar el Título X, artículo 168, de nuestra Carta Magna, votada por la voluntad general libremente expresada de los españoles. Para una reforma constitucional del calibre planteado por la decisión de CiU y ERC se necesita contar con el voto expreso de los dos tercios de los diputados. A continuación, los secesionistas catalanes deben conseguir los dos tercios del Senado. Después, la Constitución exige la disolución inmediata de las Cortes y elecciones generales. El nuevo Congreso debe aprobar otra vez por dos tercios la decisión de CiU y ERC y también el nuevo Senado. Finalmente, si los secesionistas catalanes consiguen ganar las votaciones parlamentarias, su proyecto deberá someterse a referéndum nacional, en el que votarán todos los españoles porque a todos concierne la secesión de un territorio que descuartizaría a España, tras más de cinco siglos de unidad nacional. El derecho de autodeterminación concierne solo a los pueblos sometidos y colonizados por las armas. ¿Dónde empieza y dónde termina el derecho a decidir? ¿Por qué sí va a disponer de él Cataluña y no Tarragona? ¿Por qué sí el País Vasco y no Álava? ¿Por qué sí Galicia y no la ciudad de Burgos? ¿Y por qué no Cartagena, como en el siglo XIX?
La democracia española ha llegado al límite con el desafío de Arturo + y sus cómplices. Hace tres años escribí que el régimen estaba agotado. Hace siete, propugné abiertamente la reforma de la Constitución para resolver los tirones de las Autonomías en el Título VIII y para incorporar a unas nuevas generaciones a los que no hemos sabido sumar a la ilusión de la admirable gesta que supuso la Transición, y que ahora se muestran desencantadas, indiferentes o indignadas pero que no participan en el sistema, al menos en proporción considerable.
Tras la declaración conjunta del PP y el PSOE anunciando que cumplirán y harán cumplir la Constitución, los dos grandes partidos, que representan más del 80% del voto popular, deberán abordar la reforma de nuestra Carta Magna. Porque las cosas están claras: o hacemos nosotros desde dentro la reforma constitucional o nos la harán desde fuera los sectores antisistema y la extrema izquierda.
Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española
Luis María Ansón, EL MUNDO 20/12/12