La agenda de Begoña Gómez, como es natural, nunca ha sido oficial ni pública. En España no existe la figura protocolaria de primera dama. Este miércoles, por ejemplo, trascendió el destino de sus vacaciones de Semana Santa en Doñana porque se averió el Falcon que la llevaba, junto a su marido, el presidente del Gobierno, sus hijas, sus mascotas y el correspondiente equipo del Gabinete. Tuvieron que regresar a Madrid y disponer de otro avión para reiniciar el viaje. Unos días antes, el 20 de marzo, lideró un acto en CaixaForum organizado por la cátedra de Transformación Digital que ella dirige, centrado en la captación de fondos hospitalarios. Quizás un asunto algo vidrioso dadas las circunstancias.
Ya pasa de un mes desde el estallido del escándalo en torno a sus actividades profesionales y todavía ni ella ni su esposo han tenido a bien pronunciar una palabra sobre la cuestión, pese a ser un foco de turbulencias que agita el panorama político del país. Los portavoces del Ejecutivo y del partido han recibido órdenes de evitar el tema y pasan sobre él como quien evita cruzar un océano de brasas ardientes. La vicepresidenta-uno fue la primera en abordarlo el mismo día en que El Confidencial desveló el affaire el pasado 29 de febrero, día del cumpleaños bisiesto del jefe del Ejecutivo. «Imagino que se ve con empresarios porque es lo que forma parte de su trabajo», explicó Emejota Montero en los pasillos del Congreso, sin disponer aún de una mínima información sobre el particular pastelón.
La estrategia de defensa del equipo del Ala Oeste mudó raudamente de rumbo y se aferró a la tabla de salvación de los problemas con Hacienda del novio de Isabel Díaz Ayuso, originados cuando ni siquiera se conocían, y aireados en forma sospechosa desde una instancia oficial, quizás la Fiscalía, cuyo vértice, Álvaro García, se muestra muy beligerante en la defensa de todos los movimientos del Ejecutivo.
El titular de Transportes ha asumido gustosamente el papel de activo pararrayos de este escándalo imparable y ha montado un equipo de señalamiento de periodistas poco dóciles a los dictados oficiales
Silencio absoluto en torno a Begoña y bombardeo tóxico sobre las posiciones de Ayuso, que se ha defendido con desigual fortuna en un asunto que, a todas luces, ni le roza en lo político, ni afecta a los intereses económicos de la Comunidad. La máquina propagandística del sanchismo lleva cuatro semanas empleándose a fondo en la ofensiva contra la líder madrileña sin demasiado éxito. Es la típica fórmula de engordar el perro hasta que se convierta en un triceratops. Mientras se habla de Ayuso no se menciona a Begoña.
El problema para que esta operación funcione estriba en que, en este tiempo, no han cesado de emerger nuevas informaciones sobre episodios oscuros a cargo de la señora de Sánchez, con un surtido infatigable de encuentros, viajes, pagos, subvenciones, Koldo, el comisionista del Ferrari, Caracas, San Petersburgo, Dominicana, y, muy especialmente, el rescate de Air Europa, casi 800 millones de euros aprobados por el Consejo de Ministros en sesión presidida por Sánchez. El escándalo se hace bola y no hay quien lo pueda disimular. Este mismo martes se publicaba el documento de un aval de siete millones de euros firmado por la señora y destinados a una UTE que se presentó a una licitación de 7,7 millones de euros del Ministerio de Economía y acabó llevándose el contrato. Vientos bolivarianos soplan sobre una sociedad inerme y catatónica.
La acorazada bolañesa -casi 600 asesores full time al servicio del gran narciso- se ha movido con rapidez para conseguir un papel de una recóndita y casi inexistente Oficina de Conflictos de Intereses, que dirige el ministro Escrivá, que sepulta todas las dudas posibles -y hasta las imposibles- sobre posibles sesgos de ilegalidad en los movimientos de Begoña. Este es el salvoconducto exculpatorio que agitan ahora desde el Gobierno en cuanto se les inquiere sobre el particular. Algún miembro del Ejecutivo, menos sutil, incurre en argumentos mayestáticos, como Óscar Puente, quien calificó en lo de Alsina este rosario de actividades sospechosas como «un disparate cósmico». El titular de Transportes ha asumido gustosamente el papel de activo pararrayos de este escándalo imparable y ha montado un equipo de señalamiento de medios y periodistas poco dóciles a los dictados oficiales.
Injurias a la esposa de Feijóo
El Partido Popular, tímido en un principio, ha abordado ya con actitud más firme el ‘caso Begoña’, verdadero talón de Aquiles del presidente. Tanto daño producen las novedades que se van conociendo que incluso la vice-dos sacó a relucir en sede parlamentaria, una información, que ya sabía falsa, sobre la esposa de Feijóo.
Metidos ahora en la creación de sendas comisiones de investigación en Congreso y Senado, para escarbar en el círculo sentimental de Ayuso la primera y en el fangal del koldismo y alrededores después, resultaría oportuno que Begoña Gómez diera un paso al frente y, lejos de escurrir el bulto, ofreciera su comparecencia en alguna de estas sesiones, organizada, como es habitual, para fomentar la bullanguería mediática y el ataque mutuo entre las formaciones en liza.
Podría así aclarar todas las dudas que rodean su muy cuestionable gestión de unos negocios que chirrían, despejar una densa cortina de tinieblas y arrojar algo de luz sobre su participación en el entramado Hidalgo/Air Europa/Dominicana. Resultaría muy sencillo por su parte. Bastaría con que detallara someramente en razón de qué se reunía con la pandilla de Hidalgo y Aldama, qué intereses comunes les movían; si se trataba de amistad, subvenciones, inversiones, favores. En fin, todos esos puntos oscuros que envuelven su sinuosa actividad empresarial y que el Gobierno pretende hacer pasar por «humo, falsedades e infamias», como aseguró la ministra portavoz tras el Consejo de Ministros. A lo que respondió la oposición en el Senado: «La corrupción está en el lecho del poder». Al final, el sanchismo nació y morirá en un colchón.