EL PAÍS 09/03/17
JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA
· Según una encuesta, la mitad de los catalanes considera que no tiene información suficiente sobre las consecuencias de una eventual independencia
Hubo un momento, muy al principio del procés, en el que pensamos que no había nada que temer. Que en una democracia como la española y una sociedad madura como la catalana se podría hablar y debatir sin ningún problema acerca de la independencia.
Porque aunque en una democracia no exista el derecho de autodeterminación (pues se trata de un derecho que solo tiene sentido en un contexto de ocupación extranjera y privación de libertades, cosa que por definición no se puede dar en un marco democrático), la aspiración a la independencia, y el deseo de promoverla, no podía ser condenada al ostracismo y expulsada del debate público. Como ha reconocido el Tribunal Constitucional, aunque no exista el derecho a la independencia, sí que existe el derecho al independentismo.
Desgraciadamente, no se ha cumplido la esperanza de que el debate sobre la independencia mejorara la calidad de nuestra democracia y diera a unos y a otros la oportunidad de conocer y reconocerse en las razones del otro. El independentismo, aunque se reclame bajo la etiqueta de democracia, está generando un enorme déficit democrático en Cataluña. Como revela la reciente encuesta de Gesop, el 65% de los catalanes considera que los medios de comunicación públicos (TV-3 y Catalunya Ràdio) apoyan la independencia, es decir, que no hay posibilidad de un debate equilibrado, ineludible precisamente cuando, según esa encuesta, la mitad de los catalanes considera que no tiene información suficiente sobre las consecuencias de una eventual independencia.
En esas circunstancias, que grupos políticos que ni siquiera representan a la mitad de los votantes pretendan aprobar por el procedimiento de urgencia y sin debate una ley que declara unilateralmente la independencia y proclama la república catalana supone una violación tan masiva de los derechos políticos de la mitad de la población que automáticamente liquida cualquier pretensión de legitimidad democrática del independentismo.
Tanto anhelan el Estado catalán que no ven que quieren intentarlo hacer nacer de un acto autoritario, excluyente y antidemocrático que contaminará para siempre la misma idea de la nación catalana. Así de perdidos están.