Guillermo Dupuy, LIBERTAD DIGITAL, 21/10/11
El hecho es que los propios terroristas nos muestran qué clase de «paz» podemos esperar de ellos cuando dicen que su «lucha de largos años es la que ha creado esta oportunidad de paz». ETA, como siempre, no engaña salvo a los que se quieren engañar.
Que quede constancia para que luego nadie se llame a engaño: ETA en su último comunicado ni se arrepiente, ni pide perdón, ni se disuelve. Lo que hace, tal y como era previsible, es ratificar que su anuncio de «cese definitivo de su actividad armada», lejos de ser irreversible, está condicionado a un «proceso de diálogo directo» con los gobiernos de «España y Francia» que «tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto y, así, la superación de la confrontación armada».
El hecho es que ETA vuelve a exigir lo mismo que ha exigido siempre: el mal llamado derecho de autodeterminación, la integración del País Vasco, Navarra, y el País Vasco francés –ese delirio denominado «Euskal Herria»- así como la impunidad y la derogación del actual ordenamiento constitucional que, se supone, sigue vigente. Y los terroristas lo han exigido con las mismas engañosas expresiones de siempre: «El reconocimiento de Euskal Herria y el respeto a la voluntad popular deben prevalecer sobre la imposición».
El hecho es que los propios terroristas nos muestran qué clase de «paz» podemos esperar de ellos cuando dicen que su «lucha de largos años es la que ha creado esta oportunidad».
Algunos podrán decir que ETA hace nuevas «trampas» al calificar de «definitivo» el cese de su «actividad armada» cuando, al mismo tiempo, condiciona «la superación de la confrontación armada» al resultado del «diálogo directo» que exige a los gobiernos español y francés. Pero con esto, como con todo lo demás, ETA engaña únicamente a los que se quieren engañar.
Es lógico que ETA valore la Conferencia Internacional que le ha servido de heraldo con el mismo entusiasmo que dedicó, durante la tregua del 98, al Pacto de Estella firmado días antes. En este comunicado de ahora ETA exige lo que logró que le pidieran los firmantes del Acuerdo de Bruselas, del Acuerdo de Guernica, de la carta de los presos, de la Conferencia Internacional.
De no ser compañero de viaje en esta envilecida y falsa paz, hoy mismo el presidente del Gobierno debería hacer una declaración en la que asegurara a estos hijos de puta que el único «diálogo» que deben esperar del Estado español es el que pueda mantener con ellos el policía que les ha de detener camino de la cárcel. Ni siquiera sería ya plausible en nuestro caso el elogiable caso omiso que los gobiernos de Francia han dedicado siempre a los comunicados etarras de «cese de la violencia».
Ni una cosa ni otra harán, sin embargo, Zapatero ni Rubalcaba. Más pronto que tarde tratarán de vendernos tramposamente el que con este comunicado se confirma que hemos alcanzado la paz; una «paz» que habrá de mantener el silente y confundido Mariano Rajoy.
Guillermo Dupuy, LIBERTAD DIGITAL, 21/10/11