IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • Hasta que hablen las urnas, solo caben las respuestas de la sociedad civil a Sánchez

Es un hecho: la espectacular operación de desmontaje de los seguros y resistencias más básicos del sistema democrático que Sánchez perpetra estos días con una impunidad insólita no está teniendo en los partidos de la oposición, ni en los medios de comunicación, ni en la calle la respuesta que ha tenido cualquier causa de medio pelo. Hasta una manifa convocada por el Pacma contra el consumo de jamón de Jabugo tendría más tirón en estos momentos que la escasa indignación colectiva que parece despertar este ofrecimiento en bandeja al secesionismo catalán de un Código Penal a la carta y de un bricolage judicial que es a todas luces inconstitucional, pero que en el mejor de los casos se corregirá a largo plazo y sin que tenga el menor coste legal para su mayor responsable.

¿A quién apelar? ¿A los propios jueces, a los que se está neutralizando y a los que se les ha llegado a amenazar con consecuencias penales? ¿A las mismas instituciones que son precisamente la grandes víctimas de este obsceno asalto a la estructura de equilibrios y contrapesos diseñada con el objetivo de garantizar la separación de poderes del Estado de Derecho y evitar lo que ahora se está haciendo? ¿A la UE que no puede interferir en los retoques arbitrarios a los delitos de sedición y malversación sino sólo entrar, pero tarde y al humo de las velas, en esa rebaja sanchista de la mayoría exigible al Consejo General del Poder Judicial para la renovación de magistrados del Tribunal Constitucional?

Dejarle hacer. No hay otra. Estamos en manos de un gamberrismo político sin precedentes, pero hasta que hablen las urnas las únicas respuestas que hoy caben a éste son las de la sociedad civil (la opinión pública, la denuncia mediática, las movilizaciones…) y las del constitucionalismo político: esa denuncia retórica, que en las Cortes no alcanza la temperatura que debería adquirir una situación de desamparo nacional como la que padecemos, y esa moción de censura que reclaman Vox y Ciudadanos, pero que debería encabezar un PP cuyo líder tiene como punto estrella de su programa ‘no parecerse a Pedro Sánchez’. ¿De veras le parece a Feijóo tan difícil y meritorio no parecerse al peor de los presidentes que este país ha tenido? ¿Qué sentido tiene ganar a Sánchez en unas elecciones si se llega a ese triunfo con un discurso vacío que no rebata ideológicamente y punto por punto todos los delirios demagógicos del sanchismo? El único sentido que tiene ganar unas elecciones es el de hacer de esta orgía populista una vacuna que nos inmunice contra su reedición en el futuro. O sea, hacer lo que no hizo Rajoy, no tropezar de nuevo en la misma piedra de 2011, que nos ha traído a donde hoy estamos.