Pedro Chacón-El Correo
Tras los altercados del 12 de octubre en Vitoria-Gasteiz, hemos visto la reacción previsible de la extrema izquierda y del extremo nacionalismo clamando contra que se hubiera autorizado una manifestación de un partido legal de extrema derecha y después despotricando contra la actuación de la Ertzaintza porque no dejó que una panda de energúmenos reventara a placer la manifestación fascista a la vez que se enfrentaron también con saña contra la propia Ertzaintza. La equiparación de todos como fascistas por igual, del consejero de Seguridad del Gobierno vasco, ha acabado por sacar de quicio a la Euskadi antifascista.
Pero ha sido el lehendakari, en el pleno del Parlamento vasco del último viernes, quien se ha considerado a sí mismo también antifascista, porque su propio cargo surgió de la lucha contra el fascismo. De modo que se ha aplicado a sí mismo la misma etiqueta que define a las hordas de cafres enmascarados, dispuestos a pegar a cualquiera que muestre en público algún símbolo del Estado opresor.
Si se puede ser antifascista desde Ajuria Enea o desde detrás de una barricada, lo mismo, pienso yo, podría ese mismo 12 de octubre haberse paseado uno tranquilamente teniendo cerca una bandera española para celebrar la Hispanidad, mientras que otros no saben hacerlo más que profiriendo gritos desafiantes y levantando el brazo derecho con la palma de la mano extendida.
Quiero decir que en el País Vasco tenemos la bandera de España tan estigmatizada, tan confinada al bolsillo donde llevamos la cartera con el DNI, que resulta que al final la única forma de que sea expuesta surge por la vía de quienes quieren solo una España grande y libre. La última vez que lo hicieron, en 2008, se montó la de Dios es Cristo, igual que ahora. Y así es como se consigue que a la gente normal ni se le pase por la cabeza sacar aquí la bandera de España ni siquiera el Día de la Hispanidad, como hace cualquier vasco con la ikurriña todo el año.
Creo que los únicos que se fotografiaron ese día, aparte de los falangistas, con la bandera de España, fueron los del PP, reunidos con las asociaciones hispanoamericanas en el parque de Doña Casilda, en Bilbao. Pero allí la bandera de España iba arropada y disimulada entre las de los países hermanos del otro lado del Atlántico. Y también había ikurriñas. Ir solo tras una bandera de España habría sido como de ciencia ficción. Así que solo se atreven a sacarla cuatro falangistas y entonces en el País Vasco la gente cree que si sacas la bandera de España eres un falangista. Y nadie piensa que en los mismos sitios a los que vamos de vacaciones en el Sur o el Levante hay mucha gente, la inmensa mayoría gente normal, que el Día de la Hispanidad puede pasear, si le apetece, junto a la bandera de España, con toda naturalidad y todo el derecho, sin tener que hacer signos fascistas ni cosa semejante.