España ha recuperado la luz, pero los españoles siguen sumidos en la oscuridad en lo tocante a las explicaciones sobre el origen del apagón que dejó a todo el país sin electricidad este lunes.
Lejos de aportar ninguna información esclarecedora, Pedro Sánchez ha aprovechado su comparecencia de este martes (la tercera desde que cayó la red eléctrica) para desviar la atención, ganar tiempo y escurrir las responsabilidades que pueden competer a su Gobierno en la crisis.
En primer lugar, manteniendo viva la hipótesis de un ciberataque, aunque unas horas antes la dirección de Red Eléctrica había descartado esta posibilidad.
En segundo lugar, apuntando a la presidenta de Red Eléctrica, Beatriz Corredor, pese a que fue Sánchez quien la nombró para aplicar el modelo energético diseñado por Teresa Ribera
Y en tercer lugar, descargando las culpas en los «operadores privados». La luz de gas que el presidente está intentando hacerle a los españoles es evidente, afirmando una y otra vez que Red Eléctrica es un operador privado, cuando se trata de una empresa semipública de la que el Estado posee el 20% de las acciones.
Y todo ello para armar un relato alternativo con el que intentar distraer a los españoles de la esencia del problema que ha desembocado en el apagón. Y que es, fundamentalmente, el de un sistema eléctrico que no está preparado ni adaptado al nuevo modelo energético que viene impulsando el Gobierno.
Lo que parece fuera de duda es que a las 12:30 horas del martes se dio una sobreproducción de energía fotovoltaica que generó un desequilibrio entre la oferta y la demanda de electricidad, que Red Eléctrica, como operador del sistema, se encarga ordinariamente de balancear.
El problema es que un mix energético como el nuestro, en el que predomina la generación no síncrona (es decir, las fuentes renovables), tiene una menor inercia o capacidad para reajustarse a esta oscilación súbita y estabilizar la red.
Y es que, aunque son indudables los beneficios de una transición energética hacia un modelo en el que la fotovoltaica y la eólica representan la mayoría del mix energético, esta transición no puede hacerse sin contar con una tecnología de respaldo como lo son la nuclear, la hidráulica y las centrales de ciclo combinado.
Tal es el resultado de una política energética diseñada según principios puramente ideológicos, con una sobreestimación angélica de las capacidades de las energías renovables. Una visión ideológica en la que Sánchez se ha obstinado este martes, al asegurar que la falta de centrales nucleares no ha tenido nada que ver con el incidente.
Pero el presidente no podrá aducir que no estaba avisado de este peligro. Porque la CNMC señaló en un informe el pasado enero que la creciente integración de energías renovables estaba provocando unas elevadas oscilaciones en los niveles de tensión que podían acabar causando apagones. Y Redeia advirtió en otro informe, en febrero, de que «existen riesgos por la desaparición del sistema de una generación firme como es la nuclear, con el cierre de las centrales y los problemas por el exceso de renovables».
Sánchez no puede parapetarse en un dogmatismo ideológico para seguir esquivando el debate sobre el sistema energético español que plantea el exceso de renovables. No son «informaciones de dudosa procedencia», sino reclamaciones del también socialista expresidente de Red Eléctrica, Jordi Sevilla.
El sector viene insistiendo en la necesidad de que el Estado acometa inversiones para que el sistema eléctrico español esté en correspondencia con el nuevo mix energético. Y que, al mismo tiempo, el Gobierno revise su programa de cierre de las centrales nucleares, que resta al sistema capacidad para equilibrarse y evitar en el futuro episodios como los de esta jornada negra.