Armando Zerolo-El Español
  • En el Grupo Mixto ya no cabe tanto imputado. Y, a este paso, el Grupo Socialista va a entrar entero en un Peugeot.

El caso Koldo escaló a la trama Ábalos, y de Ábalos a Cerdán ya sabemos que había la distancia que ocupa un escaño. Y así vamos, de escaño en escaño hasta la última casilla.

¿Qué más hace falta para dar con el verdadero nombre de la trama?

Que no es ni Koldo, ni Ábalos, ni Cerdán, sino Sánchez, la trama Sánchez. Porque, a falta de recorrido judicial, es de sentido común pensar que si el número dos y el número tres estaban pringados hasta las cejas, el número uno, al menos, estaría enterado.

Seamos serios, esto no tiene arreglo.

En el Grupo Mixto ya no cabe tanto imputado. Y, a este paso, el Grupo Socialista va a entrar entero en un Peugeot.

La cosa no tiene arreglo moral, legal ni político. Pero aún cabe una huida hacia adelante.

No olvidemos que el mismo día en que en todas las cabeceras nacionales, incluidas las más afines al Gobierno, anuncian que entre el número dos y el número tres se repartían más de medio millón de euros en mordidas, ese mismísimo día se tramitaba la ley de reforma del Poder Judicial y del Estatuto de Ministerio Fiscal.

Aún podemos temernos otra cosa. El «arreglo» que puede tramar el Gobierno de Pedro Sánchez se podría parecer a una ocurrencia que tuvo Margaret Thatcher.

Es sabido que en tiempos de la primera ministra inglesa los retrasos en los trenes eran de cuidado. Ella, ni corta ni perezosa, prometió arreglarlo al día siguiente.

¿Y saben lo que hizo? Cambió los horarios de trenes de todo el Reino Unido y sumó dos horas a las llegadas estimadas. Y así consiguió que los trenes no llegasen tan tarde.

Esta ocurrencia, que no tiene ninguna gracia, y que esperemos que no llegue a oídos de Óscar Puente, podría inspirar las medidas anticorrupción del sanchismo.

Como acabar con la corrupción dentro del Partido Socialista es más difícil que hacer que un tren llegue a su hora en Inglaterra, lo que se puede hacer es acabar con la independencia de los jueces.

Sería otra forma de acabar con la corrupción en el PSOE. Si no hay jueces, no hay corrupción. Es como la Ley de Amnistía, pero a escala planetaria. Un autoindulto con efecto preventivo.

Se les podría haber ocurrido cambiar la ley penal y legalizar la corrupción, pero tendría mal pase. Y miren que hemos demostrado tener tragaderas, pero todo tiene un límite. Mucho más fácil, en temas de autoindultos por corrupción, cargarse la independencia del Poder Judicial que darle una patada al Código Penal.

Lo han intentado con estrategias de alcantarillado, arremetiendo contra la UCO y sacando información de estraperlo contra la Guardia Civil. Nos han tratado de «gilís» y hasta han intentado asociar Aldama a Feijóo. Pero les ha salido mal y el organismo ha pasado de estado infeccioso a septicemia.

Se habla abiertamente de un golpe de Estado de los jueces, pero creo que todo tiene un límite. Se puede morir matando, pero se acaba muriendo.

Sánchez se ha puesto de lado al pasar Cerdán, como si no le conociese. Pero no puede hacer creer a los suyos por mucho más tiempo que no tiene nada que ver ni con Ábalos ni con Cerdán, con aquellos compañeros de viaje que también ahora sabemos que le ayudaron a amañar las primarias de 2014.

Sánchez es el número uno, y se está quedando solo. No podrá seguir sosteniendo el muro cuando hasta la SER y El País son también pseudomedios, la UCO golpista, y los jueces habitantes de la fachosfera.

Sánchez cree que el mundo entero está contra él, pero esto ya lo decía Platón. Es la psicopatología típica del tirano que, aislado, corrupto y miedoso, padece manía persecutoria.

La novedad es que hasta los socios Frankenstein están pidiendo explicaciones y esto es un cambio cualitativo en la legislatura. Cuando los parásitos abandonan el cuerpo, es que el huésped parasitado ha perdido la vida.

Yolanda Díaz vino sólo para eso, para «pedir explicaciones», hacerse ahora la sorprendida, y levantar acta de defunción de lo que, hoy ya sí, es un cadáver político.