José Luis Zubizarreta, El Correo 23/12/12
La devolución de los Presupuestos de 2013 y la prórroga de los actuales sería un descomunal tropiezo del Gobierno vasco y una pésima noticia para la ciudadanía.
A lo largo de los casi dos meses que pasaron entre el día de las elecciones y el de la constitución del nuevo Gobierno –¿por qué ha de prolongarse tanto este período de tiempo entre nosotros?– apenas habíamos oído de nuestros políticos otra cosa que buenas palabras. Así, por ejemplo, al gesto de elegante y amable deferencia con que el anterior lehendakari entregó al nuevo la makila de mando, éste correspondió con una inusitada loa a la exquisitez con que se había producido el traspaso de poderes entre ambos ejecutivos. E, igualmente, la propia sesión de investidura, en la que podía haberse temido el postrero desahogo del resentimiento acumulado durante la anterior legislatura, acabó siendo un ejercicio florentino de ofertas de diálogo y disposiciones al acuerdo. Todo hacía pensar, en consecuencia, que, pasada la acritud de la contienda electoral, los partidos se habían hecho cargo de la delicada situación que atraviesa el país y optado por un pelillos-a-la-mar anunciador de una nueva etapa de colaboración y entendimiento.
Poco tiempo ha sido, sin embargo, necesario –no ha llegado a la semana–- para que los partidos vuelvan a sus hábitos –«como el perro a su vómito», que diría el Libro de los Proverbios– y todos los demás a caer en la cuenta de que la lucha política sigue unas normas que nunca dejarán de sorprendernos al común de los mortales. El caso es que lo que hace siete días prometía abrir la puerta a aires de renovada cooperación interterritorial e interpartidista ha resultado ser una más de esas promesas efímeras que se desvanecen en cuanto entran en contacto con la realidad. Y, así, propuestas como aquella con que se estrenó el recién elegido lehendakari, y que los demás tan favorablemente acogieron, en orden a comenzar la nueva etapa propiciando cuando menos la aprobación de los presupuestos en todas las instituciones, se ve amenazada a los pocos días de formularse a causa de los intereses partidarios y territoriales que se entrecruzan en este destartalado país nuestro.
Para algunos, la alarma comenzó a sonar en Gipuzkoa, cuando se dio a conocer que el PSE negociaba y acordaba los Presupuestos con Bildu. Pero no hacía falta ser demasiado perspicaz para darse cuenta de que lo que parecía una alarma no era sino una mera llamada de atención en lo que hace referencia a la política general del país. Al fin y al cabo, nada de sorprendente hay en el acuerdo, pues ya se había producido tiempo atrás otro similar sobre fiscalidad entre las mismas formaciones, que, si bien no anunciaba, sí invitaba a prever la posibilidad de su repetición el día en que se plantearan las cuentas públicas.
De otro lado, parecía bastante claro que la actitud de los socialistas guipuzcoanos podía interpretarse como la respuesta a la postura que el PNV mantuvo el año pasado sobre el mismo asunto presupuestario y, más en general, a la negativa original que los jeltzales habían dado en su día a la propuesta de un pacto global para vetar el acceso de Bildu al poder foral. «Si todos jugamos con todos», habrían respondido ahora los socialistas, «he aquí nuestras bazas». En todo caso, al tratarse de un pacto para la aprobación, y no para el veto, no cabe objetar que vaya en contra de la citada propuesta de Urkullu ni que suponga el anticipo de una pinza entre Bildu y el PSE que amenace con proyectarse sobre las cuentas públicas del Gobierno.
Más acertado parecería pensar que nos hallamos ante un acuerdo que responde a las características propias de Gipuzkoa y que a Gipuzkoa se limita. Y es que, como decíamos más arriba, en lo que hace a la política general, el entendimiento entre estas dos fuerzas suena, más que a alarma propiamente dicha, a un aviso para navegantes dirigido a quienes gobiernan el país desde el puente de mando de Ajuria Enea, con el fin de ser tenidos en cuenta en la nueva singladura.
Más alarmante resultan, en cambio, por lo que concierne a este último aspecto de la política general del país, la devolución de los Presupuestos para 2013 que se ha producido en las Juntas Generales de Álava y la prórroga de los actuales que tal devolución implica. Ni que decir tiene que son los partidos que han votado la enmienda general de devolución los primeros responsables de la prórroga presupuestaria. Pero no está ni mucho menos exento de toda responsabilidad aquel otro que, pudiendo haber impedido devolución y prórroga, ha permitido ambas con su abstención, sobre todo tratándose del partido cuyo presidente fue precisamente quien hizo la propuesta de allanar el camino en todas las instituciones para la aprobación de sus respectivos presupuestos. Y es que la abstención del PNV alavés resulta, a este respecto, cuando menos desconcertante, toda vez que pone en riesgo tanto los Presupuestos de Bizkaia como, en el peor de los casos, los de toda la comunidad autónoma.
No es fácil de predecir en estos momentos cuál va a ser el final de esta historia. Sí puede afirmarse, sin embargo, y además con absoluta certeza, que la devolución de los Presupuestos de 2013 en el Parlamento vasco, junto con la consiguiente prórroga de los actuales, supondría un descomunal tropiezo para el nuevo Gobierno vasco y una pésima noticia para todos los ciudadanos.
Todos los partidos tendrían su cuota de responsabilidad en un eventual desenlace negativo, pero el nuevo liderazgo que se ha hecho cargo del país es el primero llamado a evitarlo y será también el primero, caso de no lograrlo, en pagar las consecuencias. Por lo demás, y como colofón, algún remedio habrá de inventarse para este país, si no queremos que se nos desintegre en un costoso e ineficiente reino de taifas.
José Luis Zubizarreta, El Correo 23/12/12