Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 4/4/
Supuesto que el objetivo final de un gobernante consiste en seguir en el poder, la gran pregunta que suscita el duro ajuste presupuestario de Rajoy es de cajón: ¿por qué un político al que le ha costado tanto llegar a presidente asume un riesgo que podría suponer su salida del Gobierno? Para esa pregunta existen dos respuestas. Primera: que, en cuanto puede, la derecha tira al monte, dada su querencia natural a hacerle al pueblo la puñeta. Segunda: que la política de ajuste del Gobierno es la inevitable y terrible consecuencia de la crisis monumental que atravesamos.
La primera respuesta es por completo incoherente: salvo un tonto de remate, nadie castiga al electorado por gusto y para perder, así, las elecciones. Es lógico pensar que si el PP ha asumido una política que perjudica, al menos de inmediato, su interés electoral es porque ha concluido que el país no puede permitirse otra diferente. De hecho, en apoyo de esa tesis está el hecho contundente de que, al margen de colores políticos, todas las Administraciones e instituciones han decidido, al igual que el Gobierno, recortes de gasto excepcionales.
¿Por qué razón? Pues porque España vive una situación de auténtica emergencia, a la que no nos ha conducido -y este es el quid de la cuestión- quien debe ahora resolverla. Ni los cinco millones de parados, ni el hundimiento de la recaudación fiscal, ni la galopante deuda pública, ni el déficit creciente han nacido, de la noche a la mañana, durante los cien días de gobierno del PP. Muy por el contrario, tal estado de demencia es el resultado de la desastrosa política económica practicada por los Gobiernos de Zapatero, quien, además de negar la existencia de la crisis, dilapidó el dinero a manos llenas en cheques bebé, ayudas al alquiler de vivienda para jóvenes, planes E y desgravaciones de 400 euros, mientras se disparaban los gastos como consecuencia de un paro fuera de control y caían los ingresos tributarios de un modo estrepitoso. Un solo dato: la recaudación por el impuesto de sociedades pasó de 44.823 millones de euros en el 2007 a 27.301 en el 2008. Dicho en una palabra: la envergadura del ajuste de Rajoy es proporcional al tamaño del desaguisado que dejó hace cien días Zapatero.
Por eso -escandalosa amnistía fiscal aparte- los argumentos de los dirigentes del PSOE para oponerse al proyecto de Presupuestos son triplemente cínicos: porque saben que si ellos gobernasen no podrían hacer hoy otra política diferente en el marco de la UE; porque saben que los recortes del PP son el efecto inevitable de la gestión demencial del Gobierno socialista; y porque sus críticas solo pretenden evitar que la responsabilidad de los actuales gobernantes ponga aún más en evidencia la absoluta irresponsabilidad de los Gobiernos de los que formó parte Rubalcaba.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 4/4/