JUAN MANUEL DE PRADA – ABC – 27/06/16
· La subida notoria de los peperos aumenta su presencia en la cámara, pero sigue necesitando apoyos.
Recordábamos en nuestro anterior artículo el diagnóstico de Luis Calvo, que sostenía que el pueblo español es amigo de «sostenella», a diferencia del inglés, que prefiere «enmendalla». Seis meses después de unas elecciones vanas, las urnas vuelven a deparar unos resultados complicadillos. La subida notoria de los peperos, en volandas de un voto pragmático o del miedo (pero a estas alturas de la película tal vez el miedo sea la pasión más pragmática), aumenta su presencia en la cámara, pero sigue necesitando apoyos.
Los sociatas resisten numantinamente, con maneras de lapas o garrapatas, lo que dadas las circunstancias pueden vender como una hazaña. Los podemitas descubren que la suma de fuerzas no siempre se corresponde con cosechas copiosas; y que el río revuelto que les permitía ocupar la «centralidad del tablero» requería de camuflajes que los comunistas añejos han dificultado. Por último, los naranjitos cotizan a la baja, aunque vuelven a hacer de España un país ingobernable; en lo que se prueba que hay mucha gente de derechas acomplejada que necesita disfrazar su voto, para que no la llamen facha.
Tales resultados nos devuelven al campo de Agramante que ya tuvimos ocasión de saborear hace medio año; y es que los españoles aman tanto la democracia que han decidido convertir su vida política en un incesante día de la marmota. Naturalmente, quienes resultan más comprometidos por la endiablada aritmética de los cabildeos, conciliábulos y componendas que a partir de ahora empezarán a urdirse son los sociatas. Ya no les valdrá con sacar a su guapito de cara a hacer el paripé y firmar pactos inanes con menos visos de efectividad que un rollo de papel higiénico en un campamento con epidemia de salmonelosis.
Ahora tendrán que decidir si prestan su apoyo siquiera pasivo a una hipotética investidura de Rajoy, o si se lanzan a encabezar una alianza de fuerzas misceláneas en la que los podemitas serían vencedores morales, pues exigiría incorporar independentistas traspillados de aquí o allá; o bien la incorporación de los naranjitos, que en su pichabravismo de tertulianeses reciclados podrían echarse al monte y proponer un tripartito con sociatas y podemitas, si ven el horizonte bloqueado. Será muy interesante (y desternillante) seguir los enjuagues y juegos malabares que harán los naranjitos, que si no se suben al carro del poder corren el riesgo de desaparecer o reducirse a virutillas en unas hipotéticas terceras elecciones.
Los sociatas pueden darse con un canto en los morros, porque hasta hace unas horas andaban preparando su sepelio, temerosos de que Podemos los adelantase. La realidad es que lo único que han logrado ha sido evitar la muerte rápida, para abrazar una tortuosa muerte a plazos. No se han hecho el harakiri, pero afrontan una trampa saducea en la que, salvo milagro, quedarán atrapados: pues, sea cual fuere la solución que adopten, cargarán con la entera responsabilidad de su fracaso (y apenas podrán beneficiarse de su problemático éxito). Si hubiera unas terceras elecciones, serían considerados culpables; si apoyan a los peperos, sus votantes más zurdos no se lo perdonarán; y lo mismo les ocurrirá con sus votantes más moderados si llegan a acuerdos con los podemitas.
Si tuvieran astucia y cierta grandeza de ánimo, deberían abstenerse en una hipotética investidura de Bartleby Rajoy, para sumarse luego a una oposición templada; pero sospecho que el doctor Sánchez querrá la presidencia, por miedo a la intemperie, y por no dejar por mentirosa a su costilla, que mandó a sus amistades felicitaciones navideñas augurándoles que pronto se tomarían un te con pastitas en el Palacio de la Moncloa. ¡Ay, cuánta lady Macbeth de secano hay por el mundo!
JUAN MANUEL DE PRADA – ABC – 27/06/16