José María Múgica-Vozpópuli
Cuenta, y escribe, Juan Carlos Rodríguez Ibarra: “Cuando en 2019, el PSOE realizó una brillante exposición conmemorativa de los 140 años de fundación del PSOE, la imagen de ese inteligente e imprescindible socialista que es Alfonso Guerra no aparecía entre las numerosas instantáneas que adornaban la exposición”. Bien mirado, ese borrado u ocultamiento de Alfonso Guerra nos hace recordar las técnicas de Stalin en que aquel tirano, “padrecito de los pueblos”, borraba a sus enemigos internos de las fotos en que figuraban cuando lideraron la Revolución Rusa.
Aún peor, es de temer que si hoy el PSOE hiciera otra exposición conmemorativa, no solo Alfonso Guerra seguiría oculto. Posiblemente, nos ilustrarían con fotos de Puigdemont o de Otegui, o de Junqueras, o de Yolanda Díaz. Faros todos ellos del progreso humano y del bienestar de España, como es bien sabido. Es el problema nefasto de decir las cosas por los nombres que no son.
Desde hace días tenemos ya nuevo Gobierno en España. Sin duda legítimo, pues el presidente Sánchez obtuvo la mayoría parlamentaria para ello. Por más que fuera mediante un debate de investidura ajeno al mandato del art. 99.2 de la Constitución, que establece que “el candidato propuesto expondrá ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretenda formar y solicitará la confianza de la Cámara”. En las antípodas de ese precepto, el discurso del candidato Sánchez se refirió explícitamente a levantar un muro frente a las derechas. Fue un discurso insólito, de un frentismo divisivo hasta el infinito, ajeno al ámbito de la democracia parlamentaria, y que marca lo que podemos esperar de esta legislatura. Ningún convencimiento democrático sereno. Sí, en cambio, una confrontación cismática que impugna el principio en que se fundó nuestra Transición.
Para muros, ya existió el de Berlín, el muro de la vergüenza, que impedía a sus ciudadanos escapar del comunismo e ir al encuentro de la libertad.
Como escribe Nicolás Redondo en su imprescindible libro No me resigno (Editorial la Esfera de los Libros), lleno de amargura ante tanta degradación, y al tiempo tan tremendamente lúcido: “Frente a un pasado atormentado, fratricida, secuestrado por los defensores de las esencias, donde se marginaba o perseguía a los que miraban al futuro y al exterior, la Transición fue el reconocimiento mutuo entre quienes unos años antes habían sido enemigos, y mereció la admiración del mundo. En contra de lo que dicen hoy algunos conspicuos representantes de la España negra de siempre, agrupados en los nacionalismos periféricos y en los populismos que constriñen a las derechas y las izquierdas nacionales, aquello fue costoso, complicado y complejo. No se hubiera podido hacer sin sacrificios, sin contradicciones y sin una sutileza hoy por hoy desaparecida de la política española. Desgraciadamente, hoy han ocupado su plaza el insulto y el desprestigio al oponente, convertido ya en enemigo, como en nuestros peores tiempos”.
Es de no creer que el PSOE, pieza fundamental en la Transición democrática del siglo XX, que lo fue de todos y para todos, haya terminado desfigurando sus principios históricos
Sí, claramente vamos hacia atrás, empujados por un gobierno que necesita para todas las votaciones a los nacionalismos vasco y catalán, tan vetustos y abrasivos, integristas y supremacistas, y que nos retrotraen al desastroso siglo XIX español, poblado de carlistas especializados en guerras civiles. Y es de no creer que el PSOE, pieza fundamental en la Transición democrática del siglo XX, que lo fue de todos y para todos, haya terminado desfigurando sus principios históricos, proclamando la política de bloques, que todo impiden y destruyen, de la mano de tan ilustres reaccionarios.
Todo estaba escrito en el documento de 9 de noviembre pasado, suscrito por Junts y el PSOE (no llega a 1.500 palabras y pasará a la historia como una condensación de principios reaccionarios). Con unos “Antecedentes” que se remontan de forma tan inextricable como falsa a 1714. Siguiendo por la “Metodología de la negociación” en que con un secretismo que linda con lo clandestino en una democracia reconocida en Europa, se menciona un proceso de “verificación”, ni se sabe por cuenta de quién, que tendrá lugar parece que en el extranjero, como si España necesitara de semejante enajenación.
Un problema europeo
Después, el documento del PSOE y Junts aborda la amnistía de los golpistas catalanes de 1 de octubre de 2017. Para pasar después a un referéndum de autodeterminación, a la cesión del 100% de todos los tributos que se pagan en Cataluña, a una ley de amnistía insostenible, a un lawfare o prevaricación del poder judicial con propósitos políticos. Todo en ese documento hace parte de una lógica enloquecida y dañina.
Una lógica desvariada que estamos viendo ya, con una amnistía camino de convertirse en un problema europeo, que atenta contra el estado de derecho, como nos lo dicen a diario prácticamente todas las instituciones. Cualquier alemán, por tozudo que sea, o cualquier búlgaro, por más que escriba en cirílico, cualquier ciudadano europeo en suma, tiene plena constancia de que una amnistía redactada por el propio delincuente y al mismo tiempo beneficiario, el prófugo Sr. Puigdemont, en un país extranjero, todo ello para obtener siete votos en la investidura del Sr. Sánchez, constituye un supino atentado contra la igualdad y contra el principio de separación de poderes, guía y sustento de toda democracia. En definitiva, esa proposición de ley de amnistía pugna contra el propio tratado de la Unión Europea; y como tal será analizada.
Es imposible alcanzar a comprender cómo puede pretender el actual PSOE gobernar contra medio país, con tan nefastos socios, empeñados precisamente en la destrucción de nuestro orden constitucional
Y, claro, cuando se gobierna así, alzando muros y cavando trincheras, en lugar de tendiendo puentes y estableciendo vínculos positivos, el resultado no puede ser sino un desastre en todo orden de cosas. Es imposible alcanzar a comprender cómo puede pretender el actual PSOE gobernar contra medio país, con tan nefastos socios, empeñados precisamente en la destrucción de nuestro orden constitucional. Es inconcebible cómo se puede tratar de gobernar contra el primer partido de España en votos, el Partido Popular, que gobierna en doce comunidades autónomas, y en la mayoría de las capitales de provincia y grandes municipios del país. Con el camino que llevamos sabemos de antemano que no será posible ninguna reforma de las que necesita con urgencia nuestro país.
Y en menos de una semana, el presidente Sánchez ha provocado un conflicto diplomático con Israel, el más grave desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas en 1986. No está en la lógica de una diplomacia que se pretenda respetar el hecho de pretender dar lecciones a Israel, que viene de sufrir el más sangriento progromo desde la Segunda Guerra Mundial. Como muestra un botón: que una organización terrorista y genocida como Hamás haya felicitado a Sánchez, es para preguntarse seriamente qué no se ha hecho bien. Cuando resulta que en ese nuevo gobierno figuran ministros de Sumar que se han negado a condenar a Hamas como organización terrorista, las cosas adquieren una dimensión alarmante. Lo que es seguro es que incidentes como el narrado tiene consecuencias, lo veremos; y garantizan a España un ostracismo y un peso inapreciable en la política exterior tanto en Europa como en el mundo entero.
Se atribuye al escritor británico Chesterton la frase: “La aventura puede ser loca pero el aventurero debe estar cuerdo”. Aplicado a este gobierno que ahora inicia su andadura, es de temer que de levantar un muro pasemos al caos. Gobernar en esas condiciones, y con esos aliados, es rigurosamente imposible.
¿Cómo se sale de esto? Pues, por de pronto, con un ejercicio de mínima responsabilidad, asumiendo en primer lugar que así no se puede gobernar. Es suficiente atender lo que dicen los mayores del PSOE, aunque luego se les oculte en las conmemoraciones.