José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
La realidad es que ETA fue criminalmente incompetente. Se calcula que el 40% de sus asesinatos fueron ‘equivocaciones’ y se desconoce el número de ‘crímenes fantasma’
Todo está ya preparado en Combo-les-Bains, localidad francesa a 25 kilómetros de Bayona, para ‘celebrar’ el viernes próximo una de las representaciones más obscenas de las consumadas por la banda terrorista ETA, secundada por el Grupo Internacional de Contacto y el nacionalismo vasco, tanto el de EH Bildu como el del PNV. Ambas ramas del aranismo asistirán a la ‘perfomance’ en la que la banda, después de un vídeo que se emitirá en una TV extranjera, anunciará su “desmovilización”, apadrinada por las personalidades internacionales que participaron en la Conferencia de Ayete el 17 de octubre de 2011, previa al abandono definitivo de las armas por la organización terrorista que se produjo el día 20 de ese mismo mes.
El acto de “desmovilización” (que no disolución) ha venido precedido por el comunicado del pasado día 20 de marzo en que ETA pedía perdón selectivamente: sí a aquellas víctimas “irresponsables” del “conflicto”, pero no al resto. La banda se afirmó en “la teoría del conflicto”, según la cual sus acciones terroristas estaban motivadas nada menos que por el bombardeo de Guernica durante la Guerra Civil. Los redactores del comunicado —desposeído de cualquier credibilidad moral— no concretaron cuáles de sus 859 víctimas (el 95% de ellas ‘ejecutadas’ durante la democracia) merecían su petición de perdón y cuáles no. Por ejemplo: sí los niños asesinados, pero no Miguel Ángel Blanco, Fernando Buesa, Fernando Múgica, Francisco Tomás y Valiente o José Antonio Ortega Lara, entre otros muchos. Ellos estuvieron bien asesinados o secuestrados.
Este montaje etarra ha sido rechazado por las víctimas, la mayoría de los partidos políticos y por el Gobierno francés. El Ejecutivo vasco no asistirá al acto de Cambo-les-Baines, pero sí el PNV. No faltará Joseba Egibar (con lazo amarillo en la solapa) —uno de los dirigentes del nacionalismo más próximos a ETA—, que ayer declaró en el ‘Diario Vasco’: «Hago autocrítica, no supe acercarme a las víctimas, pero he llorado mucho». Pese a sus lloros en la intimidad, no dejará de respaldar la pamema etarra, de la que se ha desmarcado el socialista más permeable a las tesis de la negociación: Jesús Eguiguren, que ha rechazado la invitación para estar presente en Combo-les-Baines. Estará, por supuesto, Arnaldo Otegi, que el mismo día 20 de marzo trató de capitalizar el comunicado del perdón selectivo de ETA en una comparecencia ante los medios en la que no admitió preguntas.
Los que secundaron el mensaje etarra fueron los obispos de las tres diócesis vascas, el de Navarra y el de Bayona. Reconocieron “ambigüedades, omisiones y complicidades” con ETA y pidieron perdón, pero, en un alarde de inoportunidad, sugirieron el acercamiento de los presos. Las víctimas han despreciado por insuficiente la declaración episcopal vasca —a rebufo del comunicado etarra— y exigen que los anteriores prelados, Setién y Uriarte, “pidan perdón”. Precisamente uno de los ‘asesinatos fantasma’ fue el del primo del que fuera obispo de Zamora y Bilbao, Juan José Uriarte Orúe (17 de mayo de 1985). Los etarras se abstuvieron de reclamar la autoría del crimen para no indisponerse con el prelado.
¿Por qué ETA monta esta representación ante el escepticismo general? Las razones prácticas son varias. Quiere mostrarse hipócritamente permeable a la demanda de parte de la sociedad vasca, que le viene requiriendo una rectificación definitiva. Pero los motivos fundamentales son otros: intentar que el Gobierno cambie su política penitenciaria y ensanchar el margen de maniobra de la izquierda ‘abertzale’ de cara a las elecciones forales y municipales de mayo de 2019. Y, en último término, facilitar que las organizaciones que le son próximas relancen (como la ANC vasca, Gure Esku Dago), por métodos diferentes a los del terrorismo, la consigna independentista. Lo comprobaremos muy pronto.
El Gobierno no va a cambiar de política penitenciaria. En las cárceles españolas hay 243 presos etarras, solo 25 en las del País Vasco y Navarra o a menos de 350 kilómetros. En Francia, los presos etarras son 53, y solo media docena está encarcelada en el departamento de los Pirineos Atlánticos. Nadie duda de que el PNV intentará por todos los medios que el Ejecutivo de Rajoy cambie de criterio mediante un procedimiento indirecto: la transferencia a Euskadi de la gestión de las instituciones penitenciarias.
Mientras, sigue el fortalecimiento de las organizaciones de las víctimas de la banda. El pasado martes se presentó en Bilbao el libro ‘Pardines, cuando ETA empezó a matar’ (Editorial Tecnos), una obra impulsada por el Centro Memorial de Vitoria. El guardia civil José Antonio Pardines fue asesinado en Aduna (Guipúzcoa) el 7 de junio de 1968, pronto hará 50 años. Medio siglo después de aquel inicio criminal, ETA, la jerarquía eclesiástica del País Vasco y el nacionalismo vasco en su conjunto (el de la banda fue un terrorismo nacionalista) siguen sin, de verdad, pedir perdón y declarar radicalmente ilegítima la ‘lucha armada’.
De ahí que si obscena fue la comunicación etarra del pasado día 20 de marzo, más lo será la representación de la ‘desmovilización’ de ETA el próximo viernes en Cambo-les-Baines, sobre la que se quiere elaborar el relato de una lucha patriótica fracasada pero explicable. Es, exactamente, lo que no hay que consentir.