Candidato independiente y número tres por Barcelona de Ciudadanos habla sobre su ex partido (el PSC), sobre inseguridad e inmigración, movilidad y licencias VTC, área metropolitana o la vuelta a la política durante una charla de 40 minutos en la que su teléfono no dejará de sonar. «Otros medios me solicitan», se excusa el ex ministro de Trabajo e Inmigración (2008 – 2010) y ex alcalde de L’Hospitalet de Llobregat (1994 – 2008), protagonista político de la semana por volver a la política de la mano del partido de Albert Rivera justo un año después de marcharse del PSC por no sentirse reconocido por la cúpula.
Tras un tiempo apartado en su residencia de Comarruga (Tarragona), confiesa Corbacho que la adrenalina es lo que echa de menos de su vida anterior. La política la lleva dentro, remarcan sus conocidos, incluso sus rivales políticos. Y la local le entusiasma. Desde esa perspectiva ha considerado la oferta de Ciudadanos.
Desde las filas socialistas, asegura, sólo le han llamado esta semana a nivel personal y «debido a cuestiones de amistad y de formalidad». «Me siento orgulloso del PSC, al que he pertenecido tantísimos años y que forma parte de mi vida y de mi historia. Me siento muy orgulloso de haber pertenecido tantísimos años a un espacio socialdemócrata representado por el partido socialista. Y muy orgulloso también de las fuentes de las que bebí y con las que me formé durante ese tiempo», expone Corbacho.
«Pero todos evolucionamos en la vida. Ya no me sentía identificado con la línea de los socialistas catalanes. Hay muchos caminos en la vida: yo tomé el de irme, el de abandonar. Pese a todo, guardo un buen recuerdo del PSC. No les tengo rencor y no voy a confrontar ahora con personas a las que guardo cariño».
El regreso de Corbacho se produce en la ciudad y el partido no habituales en su larga carrera política: «Tenía informes que decían que mi candidatura al Ayuntamiento de L’Hospitalet daría buenos resultados y sería la ganadora. Tenía ofertas para liderar una plataforma vinculada a un partido. Y, aun así, no lo hice», asegura para zanjar los rumores que largamente lo habían situado en la órbita de la lista de Ciudadanos de la segunda mayor ciudad catalana para disputar la batalla por la alcaldía a su íntima rival Núria Marín.
Corbacho designó a esta última como su sustituta once años atrás y hoy ocupa, además, altos cargos en PSC y PSOE. No volverá a la política municipal de la ciudad catalana más poblada gobernada por los socialistas, pero la cabra tira al monte.
Recuerda Celestino Corbacho que nunca dijo de esta agua no beberé: «Dije que nunca sería otra vez candidato a alcalde de L’Hospitalet. Y dije que nunca me retirará de la política porque la llevo en mi ADN».
Defiende Corbacho que haber recalado en Ciudadanos no debiera interpretarse como un bofetón al PSC. «Llego no como militante, sino como un miembro de una plataforma donde confluyen ideas parecidas, y también tengo un acuerdo con Valls, que no olvidemos que fue quien realizó a los partidos constitucionalistas de Barcelona una oferta para unirse a él. Sólo Ciudadanos se unió».
Insiste en que «no es la revancha» el sentimiento que le mueve a enfrentarse en Barcelona a su antiguo partido: «No, no rotundo. No me fui del PSC para afiliarme en otro partido. Me fui de L’Hospitalet con un agradecimiento profundo de sus ciudadanos. Aquella etapa está acabada. Pero un nuevo proyecto ha vuelto a ilusionarme y a motivarme. Y aquí estoy».
Pregunta.–¿Qué le motiva de Manuel Valls?
Respuesta.– Que tiene un pasado y un ideario político muy coincidente con el mío. Que tiene una visión de los problemas sociales, y de sus soluciones, con la que coincido plenamente. Que quiere liderar un movimiento transversal para mejorar la vida de los barceloneses.
P.–¿Y qué le ilusiona?
R.– Volver a la política municipal. Ha sido mi vida. Yo he tenido cargos. Muchos, muchos. Algunos muy importantes. Pero en ninguno me he sentido tan satisfecho y tan autoafirmado como en la gestiona local.
P.– ¿Qué quiere para Barcelona?
R.– En el pasado, Barcelona dio muestras de ser una gran ciudad. Hemos de ser capaces de que vuelva a serlo en el futuro.
P.– ¿Qué le falta?
R.– Sus retos son varios. Uno: convertirse en una ciudad de referencia a nivel español, europeo e incluso mundial, porque ha perdido peso en los últimos cuatro años. Dos: debe corregir su mayor problema, la inseguridad ciudadana; Ada Colau no tiene políticas concretas y efectivas para darle respuesta. Tres: el espacio público no está ordenado, hace falta más orden; debe ser receptor de un uso diverso pero en Barcelona se percibe desorden.
P.– ¿Puede concretar el desorden?
R.– Me refiero a la ocupación de la vía pública para la venta ilegal de productos diversos. Es una vieja discusión que siempre está sobre la mesa. Esa imagen no debe estar en el escaparate de la ciudad. La calle debe tener orden […] La inmigración no debe criminalizarse, pero las normas del espacio público obligan a todos. Goberné el fenómeno de la inmigración en L’Hospitalet, que pasó del 4% en el año 2000 al 25% en el 2005. Había barrios con un 40%.
P.– ¿Cuáles son los retos económicos?
R.– Tienen que ver con la vivienda y con la economía productiva. No basta con decir que los alquileres son muy caros en Barcelona. Se trata de construir vivienda pública y destinar cierta parte al alquiler protegido. Yo me centraré en esta parte.
P.– ¿Y en movilidad?
R.– Seguimos con un déficit importante en las líneas del Metro. Y se ha gestionado muy mal el asunto de las licencias VTC. El impacto de un nuevo sistema económico crea conflictos, pero debemos mirar al futuro y admitir que ese espacio debe ser compartido por VTC y el sector del taxi.