EL MUNDO 10/07/14
VICENTE LOZANO
«No seré jefe de un Gobierno que no avanza. Llevaré las reformas hasta el final», decía la semana pasada a sus diputados el primer ministro francés, Manuel Valls. Pues va a sacar adelante reformas que incluyen la congelación de las pensiones y del salario de los funcionarios, y una reducción del gasto en Sanidad y en otras prestaciones sociales. Gracias a este recorte de dinero público, de unos 50.000 millones de euros, Francia podrá bajar impuestos a empresas y familias en una cantidad similar con el fin de estimular el consumo y la inversión. Es el plan económico de un primer ministro socialista, encargado por un presidente de la República socialista. Y son medidas de urgencia porque Francia se había estancado en el inicio de la recuperación económica tras la crisis.
Es cierto que el plan de Valls ha levantado ampollas en una parte de los diputados de su partido, pero la mayoría ha aceptado que el país necesita esta reestructuración del gasto para crecer. La política de Valls recuerda a la Agenda 2010, que en abril de 2003 puso en marcha en Alemania Gerhard Schroeder. El canciller socialdemócrata eliminó buena parte del insostenible Estado del Bienestar alemán –redujo prestaciones por desempleo, pensiones, salarios publicos…– a la vez que bajó impuestos y liberalizó la economía para adaptarla a la Agenda de Lisboa, de la UE. Alemania es hoy lo que es –y no sólo en fútbol– porque los socialdemócratas hicieron la mejor política posible. A Schroeder le costó el Gobierno en 2005. Su partido ha vuelto al poder este año, en coalición con la CDU.
¿Puede hacer Valls otra política económica? Hay que tener en cuenta que llegó al Gobierno como revulsivo tras el fracaso del Partido Socialista en las elecciones municipales el pasado marzo, castigo que se reprodujo en las europeas de mayo, que terminaron de encumbrar a la extrema derecha euroescéptica de Marine Le Pen. Si Valls se toma en serio, como está haciendo, este programa de control del gasto en plena caída de popularidad del Partido Socialista –asumiendo el riesgo de dejar a Francia en manos de esa derecha radical– es que la situación económica gala es mucho más complicada de lo que parece. Pero es una victoria del socialismo real, que hay que aplaudir por el bien de la Unión Europea.
Pues Francia tiene una tasa de paro del 11%, el déficit se sitúa en el 4,3% y la deuda pública sube hasta el 94% del PIB. Variables todas ellas mucho más favorables que las españolas. Ahora, comparen las medidas de Valls con las propuestas económicas de cualquiera de los candidatos que el domingo competirán por la Secretaría General del PSOE. El socialismo ideal…de la muerte.