Del tertulianés al idiotés

ABC 07/12/16
ANTONIO BURGOS

· El Idiotés consiste en inventarse palabras muy rebuscadas y ridículas para aparentar que se es cultísimo

TODO es susceptible de empeorar. Y no hablo de quienes creen que mucho más urgente que acabar con el paro es reformar la bendita Constitución de 1978. Creen muchos que las Constituciones han de adaptarse a las modas. Sólo falta que organicen, al modo del Cortinglés, la Semana Fantástica de la Constitución, que ofrezca grandes rebajas en la Unidad de España. No, no es a esa manía de cambiar lo que está bien a lo que me refiero cuando digo que todo es susceptible de empeorar, sino a otro bien patrio: la lengua. Yo creía que las mayores tonterías sin decir nada se podían expresar en Tertulianés, del que me he atrevido a dar aquí algunas lecciones, en plan «Aprenda Tertulianés en 10 días» (y hágase rico yendo de plató en plató, pegando saltos como los cigarrones, sin saber dónde va a caer). En Tertulianés, se puede ser experto en todo. Basta con aplicar su técnica de hablar y hablar sin decir nada. ¿Que hay un accidente de aviación? En Tertulianés se puede aparentar saber más que nadie de Aeronáutica. ¿Que hay un choque de trenes y mueren unas docenas de criaturas? Hablando en Tertulianés se puede aparentar saber más que nadie de ferrocarriles: de larga distancia, cercanías, medio recorrido, alta velocidad. Que se puede aparentar saber de la materia más que Carlos Herrera, que nadie se ha enterado todavía de que hizo el servicio militar en el Regimiento de Ferrocarriles.

Siendo tan útil para llevar el dinero a casa hablando sin tener idea de nada, el Tertulianés es susceptible de empeorar. Le ha salido como un esqueje, como un Latín Vulgar del Tertulianés, que es el Idiotés: consiste en inventarse palabras rebuscadas y ridículas para aparentar que se es cultísimo. Los hablantes del Idiotés llevan muchas horas escuchando Tertulianés en radio y televisión y se les nota. Lo que no mata engorda. Y ha engordado en estos oyentes un léxico perfectamente imbécil, con el que quieren aparentar la cultura que no tienen. El Idiotés se escucha en los medios audiovisuales y en la calle. Lo hablan los políticos y sus votantes. Los profesionales del cotilleo y los que se conforman con ser lenguas de vecindonas.

Por ejemplo, en Idiotés no se dice nada, sino que se «locuciona». Y no se destaca la utilidad o eficacia de algo, sino que «se pone en valor». Para eso hay que subrayar su importancia, que no es otra cosa que «visibilizar». Si se quiere que la gente conozca los problemas de los tránsfugas al Grupo Mixto, un poner, hay que «visibilizar» esos problemas. Y como todo tiene un responsable, hay que acusar a alguien de que nadie locucione la puesta en valor de la visibilización: pero no se le culpa, se le «culpabiliza», que es como culpar, pero dicho en perfecto Idiotés clásico.

Es lengua antigua, aunque parezca novedosa. Hace ya muchos años que, si va usted al banco para abrir una cuenta corriente, no se la abren, sino que se la «aperturan». Y si debe dar unos datos para «cumpli mentalizar la », no los diga, «referéncielos». ¿Cómo? Muy sencillo: pues «verbalizándolos». Usted no dice las cosas, eso es en español: en Idiotés, se «verbalizan». Si cuanto afirma es digno de ser tenido en cuenta como modelo a imitar, entonces es que usted es un maestro en «paradigmatizar».

Hasta a las plazas de abastos ha llegado la imbelicidad del Idiotés como lengua. No le pregunte al pescadero si una merluza está fresca. Dígale: «¿Puede verme la trazabilidad de este pescado y verbalizarme la referenciación espaciotemporal de su extracción atlántica». Estamos rodeados. Entre tertulianos e idiotas, va a llegar el momento en que tendremos que aprender el español como lengua extranjera. Tentado estoy de publicar, al modo del María Moliner, un Diccionario Idiotés-Español, en el que espero que los lectores me echen una mano mandándome palabras de ese «idiotidioma».