La embestida de Mertxe Aizpirúa contra el Rey en el debate de investidura no es más que la antesala de lo que se prepara. La diputada de Bildu, en su espeso regüeldo sobre el vértice del Estado, mostró tan sólo un esquinazo de la embestida que viene. Van a por la Corona, y Su Majestad, lo sabe. Por eso su invocación en la Pascua Militar al compromiso de las Fuerzas Armadas «con España y con la Constitución», resonó con más potencia que nunca. Al menos hay alguien que aún defiende a la Consttución.
Y no es Sánchez, precisamente. El aspirante socialista a la investidura, sentado en su escaño presidencial de la bancada azul, había escuchado este domingo el detritus dialéctico de la diputada bilduetarra en su posición habitual. Quijada granítica y músculos de amianto. Inamovible, imperturbable. En su respuesta a los insultos al Jefe de Estado y a la Corona, evidenció el alcance de sus propósitos. Habló del cambio climático, las nueva tecnologías, los vascos buenos y malos, sin entrar mayores distingos. En el hemicilio, reproches de ira volaron desde las filas democráticas, despreciadas con suaves modales por la presidente Meritxel Batet. «Libertad de expresión», arguró. Ese ungüento mágico que adoba todos los excesos salvo que un paisano, con bandera nacional, se plante a las puertas de Ferraz y grite ‘viva España’.
Tanto Podemos como ERC, los baluartes del nuevo Ejecutivo, reivindican la República como forma del Estado. Una reclamación que cobrará fuerza en los próximos meses.
‘Lo próximo, la Corona’, comentaba este domingo un correveidile de Podemos, diputado sin luces ni atributos, por los pasillos de la Cámara. Se adivinan ya las diáfanas intenciones del ejercutivo que emergerá , si nadie lo remedia, de la gran coalición socio-comunista que está a punto de consumarse. Un hecho sin precedentes desde los tiempos más oscuros del pasado siglo. Tanto Podemos como ERC, los baluartes del nuevo Gobierno, reivindican la República como forma del Estado. Una reclamación que cobrará fuerza en los próximos meses.
El radical vuelco político que va a sufrir nuestro escenario político en tan sólo unas semanas (dentro de quince días ya se va a montar la mesa de diálogo, Gobierno a Gobierno, con los golpistas) abre las puertas del derribo del gran tabú. La República como forma del Estado. Pablo Iglesias, primer ideoólogo del nuevo régimen lo quiere y Oriol Junqueras, lo demandan. En La Zarzuela lo saben y lo temen. La posición oficial de la Casa Real no puede ser otra que mantener una hierática neutralidad tal y como dicta la Constitución. La Corona, eso sí conviene recordarlo, es ‘símbolo de unidad’ del Estado, tal y como se recoge en el Título II de la Carta Magna. Un párrafo que despierta recelos, urticarias y rechazos en los sectores del independentismo radical.
«Sánchez es republicano, no sintoniza bien con el Rey, y en su momento se podrá comprobar», comenta un veterano socialista, con buena entrada en los círculos de la Zarzuela
Sánchez mantiene una discreta actitud hacia la Corona, pese a que ha incurrido, dada su incontenible soberbia, en algunos gestos poco respetuosos con el Jefe del Estado. «Sánchez es republicano, no sintoniza bien con el Rey, y en su momento se podrá comprobar», comenta un veterano socialista, con buena entrada en Zarzuela. Podemos y los secesionistas le reclamarán pasos al frente. ¿Qué hará entonces? Cierto que se precisa la anuencia de las fuerzas de centroderecha para reformar la Constitución. Pero es tan fuerte la riada de rabia y rencor que ya acecha, que cabe dudar incluso de si habrá diques capaz de contenerla.
En Zarzuela se siguen los acontecimientos con enorme inquietud pero con sangre fría. No hay que llamar al mal tiempo, dicen con cierta gélida ironía. Se pudo comprobar en el discurso de Navidad del Rey, aséptico, incoloro e insípido, en el que se dejó caer la palabra ‘Cataluña’ casi con miedo, y despojada de todo adjetivo o consideración. Felipe VI parte del prestigio que había perdido la Institución tal y como muestran las encuestas.
Libertad y democracia
Cuando le preguntaban a Dolores Ibárruri, ‘la Pasonaria’, si Monarquía o República, siempre contestaba: «Libertad y democracia». No razonan en esa línea sus herederos ideológicos, los neocomunistas moradosque están a punto de tomar importantes posiciones en el próximo gobierno. República es una de las banderas que con más frecuencia enarbola Pablo Igleisas y sus camaradas, una reivindicación Guadiana, que aparece y desaparece según las circunstancias. Ahora cotiza de nuevo al alza. Iglesias hasta se tunea la camiseta con los colores republicanos. El otro Iglesias, el gebuino, el tipógrafo fundador del PSOE, allá por los albores del XX, calificaba a los republicanos como «maestros consumados en el arte de engañar».
Tras el 23F, la Monarquía parlamentaria dejó de ser objeto de polémica. Un debate que, sin embargo, emergió nuevamente en los labores del reinado de Juan Carlos
Del franquismo emergió una izquierda republicana, refractaria hacia la Monarquía impuesta por Franco, ‘Juan Carlos el breve’, pero más combativa y beligerante en la lucha por la recuperación de las libertades que por el modelo de Estado. Tras el 23F, la Monarquía parlamentaria dejó de ser objeto de polémica. Un debate que, sin embargo, emergió nuevamente en los labores del reinado de Juan Carlos, aventado por rosario de escándalos que sacudieron la Familia Real.
«Delenda est Monarquía», tituló Ortega y Gasset su famoso artículo, más mencionado que leído. Podría aplicarse a nuestros tiempos, quizás entre interrogantes. La Monarquía es objeto de polémica recurrente desde el último tercio del siglo XIX. Desde 1808, si se exceptúan los breves reinados de las familias Bonaparte y Saboya, tres monarcas se vieron forzados a tomar el camino del exilio. La princesa Leonor es, por lo que ya se aprecia, una magnífica heredera. Quizás incluso podría ser una excelente Reina. El problema, como comentan voces familiares, es si tendrá oportunidad de demostrarlo. Contemplando el gesto de Sánchez este lunes en el Palacio Real, durante el discurso constitucional de Felipe VI, no cabría hacer demasiadas apuestas.