Óscar Monsalvo-Vozpópuli
En España la mejor elección laboral es la de vivir sin saber
Pilar Lucio probablemente no pasará a los anales de nuestra historia nacional, pero debería. Merece estar en los libros de texto, en las galerías de ilustres, un festivo oficial con su nombre, una estatua en todas las ciudades de España. Nadie se acordará de ella en tres años y será injusto, porque ha recogido como nadie el espíritu de esta época y de esta España.
Lucio es consejera en el Consejo de Seguridad Nuclear -se puede decir perfectamente nucelar, porque da todo igual-, y anteriormente fue consejera de Igualdad y Empleo en la Junta de Extremadura, porque todo da igual desde hace mucho tiempo. En unos años, cuando su labor en el CSN haya alcanzado las más altas cotas de la excelencia, podría trabajar para Marruecos en Acento, o tal vez ser asesora en Repsol, o quién sabe si estaremos ya preparados para una carrera judicial tan abierta, democrática e innovadora que integre sin trabas a cualquier diputado del PSOE con voluntad y vocación de servicio público. ¡Muérete de envidia, Europa!
Con una licenciatura en Ciencias de la PSOE puedes alcanzar los puestos de máxima responsabilidad en TVE, en El País, en la política autonómica, en la gestión sanitaria, en Correos, en la empresa nacional del uranio, en Paradores, en la política municipal, en el Congreso o en la Moncloa.
Al parecer estudió Políticas y Sociología, pero eso es lo de menos. La carrera de Lucio no se define por sus titulaciones, sino por su formación real. Lucio, como muchos de nuestros líderes, como gran parte de nuestra verdadera élite nacional, es Licenciada en Ciencias de la PSOE. Y por lo tanto tiene la preparación suficiente para desempeñar cualquier cargo de responsabilidad en nuestro país. Un licenciado en Ciencias de la PSOE es experto en igualdad, en cambio climático, en seguridad, en justicia, en inmigración, en pensiones, en protocolo, en energía, en educación, en religión, en historia, en diplomacia, en fiscalidad, en terrorismo, en trenes, en enfermedades, en hospitales y en cualquier cosa que nos afecte. Con una licenciatura en Ciencias de la PSOE puedes alcanzar los puestos de máxima responsabilidad en TVE, en El País, en la política autonómica, en la gestión sanitaria, en Correos, en la empresa nacional del uranio, en Paradores, en la política municipal, en el Congreso o en la Moncloa. Puedes incluso llegar a ser Patxi López, el casi ingeniero de Portugalete que sirve como inspiración a todos los futuros licenciados en la única carrera que te garantiza un tren de vida muy por encima del que te correspondería por mérito, talento o experiencia.
Hace unos días vimos en acción al experto designado para asuntos relacionados con el apagón en todos los platós de programas de chascarrillos políticos, y como funcionó lo mandaron a La Revuelta para que el descojone fuera ya absoluto. Luego ves a Patxi López dar lo que cree que pasa por unas explicaciones técnicas y lo entiendes todo. Son, principalmente ellos, humoristas. No Broncano, sino la legión de expertos, tertulianos, dirigentes y periodistas del régimen. Son los bufones principales. Por primera vez en la historia los que gobiernan ejercen también la función de aquellos a los que han colocado para que entretengan y desvíen la atención. Los humoristas lacayos son innecesarios, y aun así tenemos más que nunca, porque también cumplen un papel importante. Son piezas necesarias en el ecosistema de movimiento perpetuo del mensaje. El Gobierno suelta la consigna a sus terminales, pasa a las noticias -la semana pasada el Consejo de Informativos de RTVE se quejaba de que un nuevo programa podría dañar su credibilidad-, llega hasta los programas de humor, acuñan la coña y se ponen en circulación los “M. Rajoy”, los Ventorros y lo que sea, esparcidos siempre por los López y las Montero de turno, salerosos como ninguno. Los pobres diablos de la oposición que salen a decir “menudo escándalo, tiene que dimitir” cada vez que se conoce un escándalo del Gobierno sólo producen ya risa o lástima. No hay escándalo y no hay crisis porque basta con el circo diario, aunque sea pésimo.
Pilar Lucio estaba creando, sin saberlo, el Frankenstein de nuestro tiempo. El Prometeo posmoderno. No quieras saber demasiado, chaval. No te compliques la vida.
La consejera atómica Pilar Lucio no mentía cuando soltó aquello de que “demasiados conocimientos pueden ser contraproducentes”. Tampoco se le estaba escapando una estupidez. Es el núcleo del sistema mental, vital y laboral socialista. “No es imprescindible tener conocimientos técnicos extraordinarios en esta materia”, había soltado un segundo antes. Pero esa parte, con todo lo que implica, no es la central. La primera es la que funciona como una grotesca novela de advertencia. Pilar Lucio estaba creando, sin saberlo, el Frankenstein de nuestro tiempo. El Prometeo posmoderno. No quieras saber demasiado, chaval. No te compliques la vida.
Imaginenos que en lugar de tener como ministro a Óscar Puente tuviéramos a alguien con algún conocimiento técnico. ¿Cómo iba a salir a decir que el estado lamentable de las infraestructuras a su cargo se debe a una serie de sabotajes fantasma? Imaginemos un Gobierno plagado de gente con demasiados conocimientos, una prensa con demasiadas ganas por saber y una oposición que se enterase mínimamente de por dónde le da el aire. ¿Qué estarían diciendo sobre las causas del apagón, sobre la inseguridad en las calles, sobre la situación de las terminales de Barajas, sobre la sostenibilidad de las pensiones o sobre la evidente transformación demográfica que estamos experimentando en España?
En España la mejor elección laboral es la de vivir sin saber. Demasiados conocimientos son contraproducentes cuando tu aspiración es cobrar un sueldo de parásito a cambio de destruir la nación o, aún más cómodo, dejar que la destruyan. Cuando tienes que ocultar la corrupción y la degradación de tu partido, de tus compañeros y de tu propia vida.