FÉLIX DE AZÚA-EL PAÍS

  • Ha bastado el evidente talento de Isabel Díaz Ayuso y Cayetana Álvarez de Toledo, para que los varones de su partido se acoquinen e intenten someterlas

A velocidad vertiginosa nuestra sociedad ha pasado del deseo y la pasión por vivir en una democracia parlamentaria, con sus partidos y dirigentes, a la decepción de sus partidos y sus dirigentes. Seguramente siguen siendo necesarios, pero lo cierto es que ya todo quisque sabe que los partidos y sus dirigentes no buscan el bienestar de los ciudadanos, ni siquiera la solución de problemas graves como la salud o el hambre, sino su propia conservación. Los partidos solo quieren preservarse y dar empleo a la tropa. Son empresas mercantiles que deben tratar con cierto respeto a sus empleados, pero lo esencial es el control de los enormes sueldos y negocios de la cúpula, como los bancos que solo benefician a sus consejos de administración. A eso llaman “el poder”. Y es verdad: eso es el poder.

Por esta razón voy siguiendo con interés las historias de dos miembros del Partido Popular que se han tropezado con este desagradable asunto: que sus jefes no quieren reconocer el talento para resolver problemas, sino tan solo la sumisión debida a quienes manejan el dinero. Que los empleados muestren talento no es algo bien recibido por los jefes. Últimamente, hemos asistido a la notoriedad de dos mujeres, Isabel Díaz Ayuso y Cayetana Álvarez de Toledo, con una inteligencia política destacada. Ha bastado eso, su evidente talento, para que los varones de su partido se acoquinen e intenten someterlas por todos los medios. Si hubieran sido feministas como las de Podemos, defensoras de símbolos y alegorías, nada habría pasado, pero estas dos mujeres hablan de cosas concretas, de problemas verdaderos, y se atreven a ganar elecciones. Esto ha de ser algo intolerable para la cúpula de funcionaros serviles que ahora conduce un partido sin coraje ni inteligencia. El feminismo, cuando es racional y legítimo, aplasta a los hombres sin cerebro.