- ¿Cabe algo más antidemocrático que excluir a los partidos de la oposición del acto solemne del Rey y la Comisión Europea en recuerdo de las víctimas del 11-M?
Difícil imaginar gesto mucho más cutre y antidemocrático que excluir a los partidos de la oposición del acto de central por el vigésimo aniversario del peor atentado de la historia de España. Pero ha ocurrido. Y sucede porque bajo el mando de Sánchez la democracia comienza a ser un deseo mitológico, que se invoca con palabras grandilocuentes pero no se practica.
La ceremonia en recuerdo de los 192 asesinados y dos mil heridos en los ataques en los trenes la organizaban la Comisión Europea y nuestro Gobierno, bajo el nombre de Día Europeo en Recuerdo de las Víctimas del Terrorismo. Se eligió un marco de categoría, la flamante Galería de las Colecciones Reales. Allí estaban los Reyes, un vicepresidente de la CE, un comisario europeo, Sánchez, cuatro de su ministros y Armengol. Pero no había un solo político de la oposición, salvo el presidente del Senado, que era inevitable. ¿Por qué? Pues porque no fueron invitados.
¿Es normal? Por supuesto que no. Sin ir más lejos, el acto equivalente de 2021, presidido también por los Reyes y celebrado en los jardines del Palacio Real, contó con la asistencia del entonces jefe de la oposición, Casado, y de representantes de todos los partidos, excepto el de Puigdemont y el heredero de ETA, que dieron la espantada (la cita resultaba demasiado española para sus alergias).
Pero esta vez la efeméride llegaba con Sánchez enfangado en la amnistía y en la corrupción del caso PSOE. Así que la Moncloa y su ejército televisivo vieron enseguida el aniversario del 11-M como una percha perfecta para desviar la atención reviviendo el guion de Rubalcaba que llevó a Zapatero al poder en 2004. Ya saben: el PP mintió a los españoles sobre la autoría del atentado.
Las cadenas y tertulianos que apoyan a Sánchez llevan días con el monotema del Gobierno mentiroso de la derecha. Han llegado incluso a insinuar que la culpa del brutal atentado fue del Gobierno de Aznar, por habernos embarcado en la guerra de Irak (ayer mismo lo dejaron caer en el Telediario de TVE).
El actual deterioro de la política española tiene un hito fundacional: el 11 de marzo de 2004. El PSOE decide entonces hacer un insólito uso electoralista del dolor del atentado para intentar darle la vuelta a unas elecciones que según los sondeos tenía perdidas. En el arranque de la mañana del día 11, el candidato Zapatero afirma en la Ser que «ETA ha intentado intervenir en la campaña» y pide que nadie cambie el sentido de su voto por el ataque. Por revelaciones de Aznar, hoy sabemos además que en la tarde de ese mismo día 11, cuando el presidente llama a Zapatero, el candidato socialista le suelta: «Me da igual que haya sido ETA o Al Qaida».
Pero mientras hablaba así, su partido, el PSOE, ya estaba organizando una atronadora campaña en pleno luto, manipulando el dolor de los españoles para sus intereses electorales. Les salió bien. Zapatero ganó y la política española cambió para siempre. Aquel día se abrió la puerta al guerracivilismo, el «cordón sanitario» contra la derecha, la alianza con los separatistas y las vueltas de tuerca de ingeniería social. Aquel día comenzó un proceso de erosión de la democracia que Sánchez ha llevado ahora a su cénit.
Si el Gobierno hubiese invitado a todos los partidos al acto de ayer, se habría dado el siguiente titular: Junts y Bildu, apoyos imprescindibles de Sánchez, plantan la ceremonia en memoria de las víctimas (mientras el Gobierno les regala una amnistía y mercedes para los etarras). ¿Solución? No invitamos a los partidos. Ni siquiera al jefe de la oposición y ganador de las últimas elecciones, que hubo de organizar un acto paralelo en el Retiro.
Todo esto es de república bananera. En 2015 se celebró el décimo aniversario de los atentados de Londres del 7 de julio de 2005, donde fueron asesinadas 56 personas. Para la ocasión se organizó un servicio religioso en la catedral de San Pablo. Acudieron miembros de la realeza, el primer ministro conservador, Cameron; su predecesor laborista, Blair, y la líder de entonces del Partido Laborista; además de víctimas, familiares y trabajadores de emergencias. Huelga decirlo: ni entonces, ni en los días del atentado, a los partidos de la vieja democracia británica les ocurrió enzarzarse para obtener ventaja política de un ataque contra su pueblo.
En España estamos perdiendo la brújula. Imperdonable haber politizado el 11-M, en lugar de unirnos todos para condenar el terrorismo, acompañar a las víctimas, perseguir a los culpables y esclarecer la verdad última de lo ocurrido.