Pablo Zapata Lerga-El Correo
- Con la reválida de Trump, se retrocederá en derechos y libertades
Estos días de invierno, con la luz tamizada hacia el interior, tengo uno de esos momentos tristes que te hace rumiar para tus adentros pensando si muchos de los ideales que has mantenido siguen teniendo consistencia, si ha merecido la pena ser Quijote loco o Alonso cuerdo. Porque se da la paradoja de que el día en que don Quijote se hace cuerdo, se muere. Tal vez de pena, tal vez de clarividencia.
Se requiere el esfuerzo y trabajo de muchos años, a veces siglos, para construir una democracia sana, y basta menos de un lustro para retroceder en las metas alcanzadas o destruirla. Con la elección de Trump, se ha posado una nube gris e incierta sobre la democracia mundial, aquella que nació con Pericles en el cénit de Atenas, la Ilustración, la Declaración del Hombre y del Ciudadano (1789), la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). Y lo peor de todo es que lo que pueda venir no es algo desconocido, sino perfectamente anunciado por ese sujeto lenguaraz tocado con gorra roja. No siempre el triunfo político de las mayorías ha sido el éxito de lo mejor, aunque parezca una contradicción. Las masas eligieron a Hitler, al Brexit, Milei, Bolsonaro y otros muchos. Unas veces gana el mundo de las ideas; otras, el del populismo torpe.
Al amparo de la segunda égida de Trump, se va a producir un retroceso del sentido evolutivo de la historia, del cultivo de los derechos, del progreso de las libertades, para volver a lo retrogrado de las dictaduras y los nacionalismos obtusos. Adiós a filósofos, pedagogos, humanistas o filantropos. Lo único que importa es el dinero de los multimillonarios. El suyo. Conquistamos planetas, llegamos a lo inimaginable en campos científicos, estamos llenos de información, hemos creado la I.A. y, sin embargo, se ven miles de ignorantes titulados. Tanta información, y tan poca formación, para tener tan pobre capacidad crítica, para dejar que te gobiernen los magnates. Ellos.
Vemos que los estados que dominan el mundo, Rusia y China, son autocráticos (eufemismo de dictadores), y que en EE UU quien decide y maneja el poder político es el gran capital, los grandes lobbies. La ultraderecha, que camina rampante por Europa, se está relamiendo el cerebro. Los Mayo del 68, Democracia, la ONU, Derechos Humanos y demás idealismos no están con ellos. Todo eso son romanzas de filósofos, idealismos de cátedra, cantos de cisne que donde mejor están es en el exilio, en la cárcel o con su dosis de pócima. Y si no que se lo pregunten a Gandhi, Mandela, Milan Kundera, Salman Rushdie, Alexéi Navalni, Anna Politkovskaya, Alexander Litvinenko, Boris Nemtsov, Serguéi Skripal, el exilio de los intelectuales republicanos españoles, el artista chino Ai Weiwei o aquel hermoso ‘I had a dream’ del soñador que fue Martin Luther King. ¿Qué se hizo de tanto soñador? «¿Qué fueron sino verduras/de las eras?» (Jorge Manrique).
Son muchos los que quieren la falsa paz, tranquilidad, plato seguro en la mesa, que no vengan a quitarnos el puesto, y no importa si las cárceles están repletas de periodistas o pensadores y las calles llenas de mendicantes. No me explico cómo han podido votar los inmigrantes latinos, afroamericanos o musulmanes a un individuo que predica xenofobia a raudales con supremacismo yanqui. Y levantando la Biblia, para embaucar.
En el país más rico del mundo le han dado la cicuta del bárbaro a la sabiduría de Sócrates. Da vergüenza, y mucha pena, que el país dominante haya elegido a un personaje de mente cowboy-golpista en el que se integra la demagogia como estilo, lo más burdo como trato, la mentira como herramienta, el insulto como argumento, lo más zafio como norma ética y lo garrulo como estética. Un hombre cargado de procesos y causas penales que se siente totalmente impune sabedor de que, haga lo que haga, sus millones de seguidores y sus millones de dólares lo eximirán de culpa. Esa es la nueva democracia plutócrata, el egoísmo total, ausencia de empatía por los más débiles, el culto a las fake news más obscenas, la impostura, la antipolítica, el fascismo mental. La justicia secuestrada, el terraplanismo, el negacionismo y demás burradas anticientíficas que se llega a creer gente que ha pasado por la universidad. ¿Dónde queda la capacidad de crítica? Y, encima, le dan las gracias.
No se me ocurre sino que Noam Chomsky deje Brasil, vuelva a su país, se suba al rascacielos más alto, llame a todos los idealistas yanquis y se lancen en suicido de asco patrio: «La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros», afirma.
Vamos a elevar una brizna de esperanza recordando al gran poeta neoyorkino Walt Whitman (1819-1892): «Los infinitos héroes desconocidos valen tanto como los héroes más grandes de la historia».
Perdonen que les deje, pero es que, para poder respirar y pensar, tengo que empezar a leer de nuevo ‘La utilidad de lo inútil’, de Nuccio Ordine.