Para el abertzalismo, la violencia es el referente de todo el edificio ideológico y organizativo; no un simple instrumento, una concesión al pragmatismo, sino su eje; siendo la lucha política (Batasuna) la concesión desde el terrorismo. Si ETA hubiera sido formulada como la consecuencia de un movimiento político, habría desaparecido en los ochenta ante los acuerdos políticos constituyentes.
Es como la madre: sólo una, y es la que te toca, fruto del pasado. Estás ya ahí. Es la que permite la convivencia. Por eso el nacionalismo radical no debiera hablar de democracia tan convencido de que la democracia es lo que él plantea cuando su único aval democrático son mil asesinatos. Para que exista la democracia ésta debe estar configurada por las leyes y protegida por el Estado de derecho, sin los cuales la democracia no existe. Instituciones que, precisamente, no quiere la izquierda abertzale. Por eso no es tan baladí ni estúpida la pregunta de la juez a Otegi sobre si condena o no a ETA. Es la prueba del algodón sobre si su discurso aboga por la democracia o vuelve a ser tinta de calamar. Es decir, si juzga a un demócrata o a un colaborador de ETA.
Mientras el radicalismo nacionalista se reunía en el Palacio Euskalduna para hacer público su especial consideración de la democracia y exigir respeto a los derechos civiles y políticos, cientos de personas acudían a la convocatoria de Gesto reclamando el fin de ETA, pues es ahí donde reside el principio de la solución para convivir en democracia. Después vendría inexcusablemente -si no, habrá cierre en falso- el rechazo general del montaje ideológico y político que la ha sustentado. Con el nuevo Gobierno vasco las cosas van por buen camino, pero debiera prestarse la atención debida y aclararse algunas cuestiones para evitar el error que nos arrastre de nuevo al volver a empezar de tantas y tantas veces cuando ETA prácticamente estaba liquidada.
Por ejemplo, el considerar a ETA el elemento militar surgido de una formación política, además de difamar una noble profesión, es empezar a parangonar un sistema, el surgido del terrorismo vasco, con el democrático, evitando encontrar el origen del problema y creyendo que su lógica es la nuestra. Si la función militar es noble es porque está sometida a la política; de no ser así es bandolerismo. La comparación de ETA con los militares es plantear una premisa falsa a toda solución. En el caso del abertzalismo radical la violencia, en forma de terrorismo, es el referente de todo el edificio ideológico y organizativo. Constituye éste no un simple instrumento, una concesión al pragmatismo, sino, por el contrario, constituye su centro y su eje, siendo la lucha política, Batasuna, por el contrario, la concesión al pragmatismo desde el terrorismo. Si ETA hubiera sido formulada por la izquierda abertzale como la consecuencia de un movimiento político hubiera desaparecido a principio de los ochenta ante los acuerdos políticos constituyentes -como ocurrió con ETA pm-. En la actualidad el movimiento político, Otegi y compañía, no son más que el instrumento, la concesión pragmática y el oportunismo en política, de un terror. La violencia lo es todo, y ante ella sólo cabría negociar su liquidación, porque es imposible otra solución.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 2/2/2010