KEPA AULESTIA, EL CORREO – 15/06/14
· El riesgo que corre el PSOE no está tanto en la división como en el desánimo y el desistimiento de sus afiliados, empezando por los dirigentes que dejan de serlo.
Los comicios del 25 de mayo provocaron la renuncia de distintos responsables socialistas –como Rubalcaba o Patxi López– a la reelección en los procesos congresuales que darán comienzo tras el cónclave nacional de julio. Pero las inevitables dimisiones, como asunción de responsabilidad por tres descalabros consecutivos, han dado paso a una sensación de vacío e incertidumbre, especialmente acusada tras la decisión de Susana Díaz de no aspirar a la secretaría general. Hacerse cargo del PSOE no resulta precisamente un objetivo apetecible.
De ahí que la disputa por la secretaría general se parezca, a poco más de un mes del congreso extraordinario, a un concurso para cubrir la vacante de un puesto fijo mediante un contrato en prácticas. En otras circunstancias, el juego de la alternancia entre las dos principales formaciones del país daría lugar a que los socialistas encarasen los comicios locales y autonómicos de la próxima primavera en la confianza de que ya habrían tocado fondo y que remontarían, aunque fuese un poco. Un supuesto que nadie podría asegurar hoy, porque nadie está en condiciones de detener la caída.
Los candidatos a la secretaría general se esfuerzan en transmitir que albergan grandes planes para reflotar el partido. Planes que hasta la fecha no han dado a conocer, más allá de los consabidos discursos por la renovación y el cambio. De modo que, por ahora, no se trata de un debate de ideas, sino de nombres a los que unos pocos atribuirán virtudes prodigiosas y la mayoría mirará con escepticismo. ¿Puede el PSOE ganar al PP en el plazo de año y medio? Es muy poco probable. Lo único que le queda es demostrar desde la oposición que no existe otra alternativa de gobierno en la izquierda, para cuando sea. Aunque para ello los candidatos a secretario general deberán comenzar por responder a la pregunta de si en ayuntamientos, en comunidades autónomas y en las Cortes Generales van a aliarse con Izquierda Unida y con Podemos para evitar que el PP siga al frente de las instituciones.
En otras condiciones, la celebración de un congreso que fuera a elegir al secretario general tras una consulta a todos los afiliados y la posterior convocatoria de primarias para designar a la persona candidata a la presidencia del Gobierno hubiesen generado efervescencia en las bases socialistas, y una notable expectación en la opinión pública.
Pero sería de ilusos suponer que el pulso entre Eduardo Madina, Pedro Sánchez y otros pueda conmover a los electores que hayan votado socialista alguna vez en los últimos diez o quince años. Entre otras razones, porque esos electores asisten a una desconcertante depuración: la que experimentan los socialistas con la retirada de personas que están lejos de su edad de jubilación, frente a la aparición de candidatos que se verán sujetos, en el mejor de los casos, a un voto de confianza que podría retirárseles en dos días.
La leyenda cuenta que Antonio Hernández Mancha llegó en 1987 a la presidencia de Alianza Popular porque nadie más quería echarse a sus espaldas aquel fardo. La leyenda puede narrar, a partir del próximo 27 de julio, que la comunidad socialista quedó en manos de uno de los novicios dispuestos a hacerse cargo de su gobierno. A no ser que las personas más significadas del socialismo español dejen de escurrir el bulto y apoyen de manera tan expresa como condicionada a tal o a cual candidato.
Todo dependerá de que el PSOE más tangible, el de sus actuales estructuras, se decante a última hora por un secretario general de salvación, aunque no lo haga sin reservas, que no lo hará. Pero por ahora más bien parece que los ‘renunciantes’ pasan de asumir formalmente su responsabilidad en los últimos resultados del PSOE a convertirse en algo más que meros observadores de lo que vaya a ocurrir en adelante. Se han erigido ya en el jurado que emitirá un dictamen severo independientemente de quien resulte elegido secretario general.
El nuevo secretario general –Eduardo Madina, por un suponer– no tendrá más remedio que concurrir a las primarias de otoño para ser nominado candidato a la presidencia del Gobierno. De los apoyos militantes que consiga el ganador de julio dependerá que se le enfrenten o no otros dirigentes en la liza crucial por la candidatura estelar, la de las generales de 2015.
Anótese al respecto que Susana Díaz ha renunciado a hacerse cargo del PSOE, pero no a postularse como su candidata a la presidencia del Gobierno. El nuevo secretario general deberá ganar ‘de calle’ la consulta entre los militantes previa al congreso del 26 y 27 de julio para disuadir a cualquier otra –léase Díaz o Chacón– de presentarse a las primarias. Pero es esa ‘política politiquera’ del quién se presenta y con qué apoyos la que devuelve al PSOE a un pasado del que no puede librarse a base de renuncias y dimisiones. Madina se retrató anteayer ante el busto que recuerda a Ramón Rubial, expresando así que su alternativa, de «shock de modernidad para España», conecta con el socialismo más auténtico. Pedro Sánchez presentó como aval haber recorrido 30.000 kilómetros para contactar con el corazón socialista de sus bases militantes.
Hace no tantos años el pulso hubiese sido atractivo. Hoy los contendientes corren el riesgo de protagonizar una escena que no llegue siquiera a episodio. Los ‘renunciantes’ les contemplan desde la platea y, aunque simulen aplaudir su empeño, no están dispuestos a concederles más que un margen de confianza de un par de meses. Mientras tanto, el PSOE corre el riesgo de devaluarse aún más, de modo que si hoy no parece muy atractivo aspirar a la secretaría general, la designación de candidato a la presidencia de Gobierno se convierta mañana en un trámite sin interés.
KEPA AULESTIA, EL CORREO – 15/06/14