DERECHAS: FEMENINO PLURAL

ABC-IGNACIO CAMACHO

El progresismo sedicente está desacostumbrado a que la derecha defienda sus ideas con convicción, talento y contundencia

VA a ser interesante el pulso de portavoces de la oposición entre Cayetana Álvarez de Toledo e Inés Arrimadas, que el jueves cruzaron con éxito ante (contra) Carmen Calvo sus primeras armas. Hay ciertas cualidades políticas que aún deben pulir ambas –a la de Cs le falta profundidad y la del PP tiende a parecer glacial, displicente o lejana– pero reúnen condiciones sobradas para brillar como estrellas parlamentarias; Arrimadas, de hecho, ya demostró las suyas en un complicado papel en la escena catalana, aunque acabase dejando huérfanos de liderazgo a sus votantes con su marcha. Son inteligentes, telegénicas, tienen el punto justo de dureza y de audacia y conocen el poder magnético, restallante y si es preciso agresivo de la palabra. Juntas y en competencia, mitad socias y mitad adversarias, prometen ocupar una amplia parcela de relevancia y de protagonismo en la Cámara y delante de las cámaras. Y si se disuelven estas Cortes apenas estrenadas habrán reforzado aún más su ya consolidado perfil de candidatas.

La maquinaria de la izquierda ha comenzado a colocarles despectivas etiquetas que demuestran la inquietud de saberse ante rivales capaces y enérgicas. El progresismo sedicente está desacostumbrado a que la derecha defienda sus convicciones con brío, atrevimiento y contundencia; durante años se ha impuesto un paradigma hegemónico frente al que el liberalismo tendía a encogerse con una especie de vergüenza. Eso es algo a lo que estas dos mujeres sólidas y ambiciosas no parecen dispuestas; no van a entregar ninguna causa –y mucho menos la del feminismo– por temor a quedarse fuera de un paraíso en el que de todas maneras no les piensan dejar entrar los custodios de la mentalidad correcta. Por primera vez desde la época del aznarismo, el sector liberal-conservador se muestra en el Parlamento orgulloso de sus ideas, capaz de exponerlas sin remordimiento, sin inferioridad y hasta con una dosis de soberbia. Sin miedo a que sus antagonistas les cuelguen el rutinario marbete del

trifachito y la ultraderecha, entre otras cosas porque ésta tiene su propia representación y no pierde oportunidad de marcar las diferencias. Con Vox cerca, la imagen de moderación está al alcance de cualquiera.

Otra cosa es que para el elector medio de ese segmento moderado pueda resultar penosa o difícil de entender esa dispersión de fuerzas y de talento en su mismo bando. La izquierda también la ha sufrido y ya se ve el resultado. Habida cuenta del giro estratégico y hasta ideológico que Rivera ha impuesto en Ciudadanos, la duplicidad de marcas y el voto fragmentado van a pesar como un fardo tanto si la legislatura continúa como, sobre todo, si el bloqueo desemboca en el presentido naufragio. En todo caso, el necesario proceso de convergencia será largo y habrá que conformarse con que entretanto cada cual haga su trabajo sin equivocarse de adversario.