Derogar el sanchismo

ANTONIO BURGOS-ABC

  • Si el feijoísmo deroga al sanchismo, convida de mi parte a estos señores
  • España elige hoy entre un cambio o mantener una coalición con secesionistas

Hoy el objetivo de muchos españoles es derogar el sanchismo. Como si el sanchismo fuese el delito de sedición, derogado para los separatistas catalanes a medida. A medida que hacían falta sus votos de apoyo en Madrid para seguir gobernando por decreto-ley. Ha sido la vez primera que con un apellido se ha definido en el PSOE una forma de gobierno, en la mayoría de las veces de espaldas a los verdaderos problemas de los administrados y de los que votaron ilusionados al centenario partido, que, desfigurado, ha puesto en peligro a cada paso la Constitución y la unidad de España. No ha sido el ‘pedrismo’ como podía establecerse en paralelo con cuanto en el PSOE fue el ‘felipismo’. Jamás funcionaron tan poco los nombres de pila; parece que llamar Pedro a Sánchez fuese un insulto, como él mismo considera que se hable del ‘sanchismo’, suma de todos los males que nos ha llevado donde estamos. Es más: casi nadie conoce el segundo apellido del que quieren derogar: Pérez-Castejón. (Aunque al comienzo de su investidura se utilizó lo de Castejón con muy malas intenciones, haciéndolo falsamente pariente de un general del bando nacional).

¿Y quién puede derogar al sanchismo? Pues la concentración absolutamente mayoritaria del voto útil en algo que no tiene puesto nombre como modo de acción política, más que el del candidato del PP: Feijóo. Que es su segundo apellido, ojo: se llama Alberto Núñez Feijóo. Pero nadie llama a Feijóo como Núñez, ni a su sistema de gobernar ni a sus mayorías absolutas en Galicia se le dice ni se le ha dicho el ‘nuñismo’, que hubiera sido lo lógico: nuñismo frente a sanchismo. O si queríamos que las cosas volvieran a la normalidad del antiguo bipartidismo de las dos grandes formaciones con sentido de Estado, igual que en aquellos entonces hablábamos del felipismo, en estos ahoras podríamos referirnos al ‘albertismo’ aplicado a quien puede acabar con el Gobierno Frankenstein y derogar a Sánchez. Pero ‘albertismo’ suena a literatura, como perteneciente o relativo al poeta Rafael Alberti Merello, aquel cuya llegada como diputado comunista al Congreso junto con La Pasionaria, con una floreada camisa como hawaiana, marcó el comienzo de la ansiada reconciliación nacional y de la constituyente Transición.

Así que después de consultar a Ignacio Camacho, mi dilectísimo compañero de página y de Real Academia Sevillana de Buenas Letras, sobre cómo debemos llamar al juicioso programa y praxis política de Feijóo si el de Sánchez es el sanchismo, llego a la conclusión de que lo que hoy está en juego en toda España es el anhelado por muchos triunfo del ‘feijoísmo’. Término feísimo. Que suena a ‘feijoada’, el plato nacional brasileño. O, como dije el otro día, a FET de las Jons, que anda que si lo cogiera Sánchez, la que iba a liarle a Sánchez con la Falange… Pero, miren, aunque suene feo, si hoy el feijoísmo deroga al sanchismo, niño, llena aquí otra vez y convida de mi parte y de la de don Ignacio Camacho a estos señores que lo han votado.