Eduardo Uriarte-Editores
Antes de iniciar este artículo quisiera agradecer a todas las personas que han expresado su apoyo y simpatía hacia mi persona tras un desafortunado artículo de opinión aparecido en un diario madrileño. A todos ellos les doy las gracias mientras sigo con mi faena. Un abrazo
Volvemos a empezar: Derribar el sistema del 78, demoler el Estado
El hecho de que Sánchez siempre haya mirado a su izquierda y a los secesionistas para acceder al poder -lo hizo en las anteriores elecciones cuando disponía de una mayoría social-liberal, y no de “progreso”-, y el hecho de que lo decida a las veinticuatro horas de su fracaso electoral el 10 de octubre, nos debiera mostrar que el protagonista de la revolución bolivariana llamado a destruir el reciente pasado y generar un nuevo sistema no va a ser Podemos, sino el propio PSOE. Una práctica acorde con el giro ideológico hacia el izquierdismo acrático que iniciara ZP.
El fenómeno contemplado en las nacionalidades periféricas en donde los partidos que han detentado el poder, ahítos de usar coche oficial y pisar moqueta, se radicalizan y acaban optando por la ruptura con el sistema, también le ha llegado al PSOE, que de facto articula, sin responsabilidad y escrúpulo alguno, un Gobierno de sustento subversivo frente a la Constitución.
Resulta difícil escribir algo nuevo sobre la calamitosa situación después de los claros y demoledores artículos que Ignacio Varela ha publicado en El Confidencial. Sólo me cabe añadir que si en política hubiera lugar para el “dadaísmo” Sánchez sería su más excelso y disparatado representante. Pacta precipitadamente con el que le quitaba el sueño, lo que dijo forzarle a otras nuevas elecciones, y busca el apoyo de los nacionalistas cuyo líder está condenado en la cárcel por sedición, sus seguidores convirtiendo las calles en piras de contenedores y el Parlament en un templo de rebeldía y opresión para los catalanes no nacionalistas.
Que el Ejecutivo se forme con el apoyo de los que han sido juzgados por sedición constituye una bofetada tal al Poder judicial y deja al Estado en una situación de crisis y de falta de autoridad que resulta inconcebible en cualquier sociedad políticamente civilizada. Los escraches a las formaciones constitucionales se extienden ahora, no por casualidad, de Cataluña a Euskadi. Todo el que disienta públicamente de este estado de exaltación revolucionaria es declarado fascista y perseguido.
Celebremos la Constitución, porque puede ser esta la última vez. Un tercio de sus señorías ya se encargaron de mancillarla en la apertura de esta legislatura, y el rey encargará a Sánchez la formación de Gobierno nada menos que con la presencia de un grupo contrario a la Monarquía, Podemos, y con el apoyo de otro, ERC, que pone además en entredicho la soberanía nacional y su espacio territorial. La Constitución del 78 está pasando a la Historia, por obra de uno de sus fundadores, el PSOE. La partitocracia acaba con su sistema político.
En ningún país de la Europa occidental, salvo en los momentos del pasado que acabaran propiciando los fascismos, se pueden encontrar gobiernos similares al que Sánchez está prefigurando. Entramos en una etapa revolucionaria que se traslada de Cataluña a España, que anima a la pacificada Euskal Herria a volver al monte del soberanismo, y a iniciar movimientos en el Tribunal Constitucional que auguran la manipulación de éste para dar paso a la ruptura con el sistema constitucional mediante las sucesivas mutaciones que un Gobierno de tal naturaleza está llamado a realizar. Quién crea que la alianza PSOE-Podemos, con el apoyo de ERC y la bendición de Iceta, no va tener serias consecuencias -y así de enajenados están muchos socialistas felices porque la derecha no va a tener el poder- está propiciando la tragedia. La sedición pasa de Cataluña a toda España.
La indiferencia social por la política no deja de ser un referente más del inminente futuro de enfrentamiento. Indiferencia provocada por el comportamiento destructivo del sistema por parte de los partidos, incluido el PSOE otrora fundamento del orden constitucional que nos ha amparado. Desde el proceso negociador con ETA y posterior blanqueamiento de HB que iniciara con Zapatero, a la negociación con los sediciosos, ha existido un tortuoso proceso -paralelo al proceso catalán- que va desde la vuelta de Sánchez a la secretaría general, el barrido de la anterior generación socialista, los gestos de acercamiento a una Generalitat rebelde en Pedralbes, la exclusiva mirada hacia Podemos como socio, que nos ha conducido a esta situación cuyo final lógico es un Gobierno para la ruptura. Volvemos a mirar como un alivio una nueva llamada a las urnas, porque si tras las pasadas elecciones la solución de aquel posible Gobierno era mala, en la actualidad lo es aún peor.