ROGELIO ALONSO, ABC CULTURAL 29/12/13
· Que ETA no asesine no quiere decir que haya desaparecido, señala Teo Uriarte en «Tiempo de canallas», y recuerda que aún no está ganada la batalla contra la deslegitimación del terrorismo.
Es este un libro oportuno en un momento en el que la política antiterrorista suscita numerosas críticas. El autor ofrece importantes claves para comprender por qué parte de la sociedad española siente que la democracia no ha logrado derrotar por completo al terrorismo etarra. Frente a la autocomplacencia de tantos que ensalzan la victoria de la democracia sobre el terrorismo, Uriarte se muestra mucho más crítico.
Motiva su exigencia la necesidad de evitar la reproducción de errores que, a pesar de los importantes avances, como demuestra el hecho de que ETA haya dejado de matar, han colocado al País Vasco en una difícil encrucijada: «En el contexto de la legalización de las formaciones sucesoras del MLNV, con su muy activa presencia en Euskadi, con el disfrute de un eco mediático exagerado difamatorio de la realidad, con la recepción social de gran parte de sus propuestas por PNV y PSE, en este ambiente de eufórica conquista del espacio democrático por el nacionalismo radical, es muy difícil el encauzamiento político de los problemas vascos».
Con una mirada experta y analítica, el autor examina la historia de ETA y de las respuestas estatales frente al terrorismo nacionalista. Insiste con buen criterio en no vaciar de contenido político al terrorismo etarra. Precisamente esa intencionalidad política y su inspiración nacionalista es la que obliga al PNV a asumir sus responsabilidades por la continuidad del terrorismo durante tantos años en los que a menudo este partido ha eludido la deslegitimación de la violencia.
El autor recuerda la pertinencia de mantener presente esa exigencia para acometer con eficacia una batalla todavía pendiente como es la de la deslegitimación del terrorismo. Quienes como Uriarte conocen la Historia de España y de la Comunidad Autónoma vasca valoran bien las negativas consecuencias derivadas de renunciar a esa decisiva batalla que será la que dirima si el terrorismo ha sido derrotado. Por ello advierte sobre los déficits de la política antiterrorista que se aprecian cuando los dirigentes se conforman con que ETA no mate, renunciando a enfrentarse a otras manifestaciones de la violencia en su dimensión política, social y cultural.
La foto final
Este interesante ensayo evidencia cómo con frecuencia ETA se ha beneficiado del engrandecimiento que autoridades y medios de comunicación le han brindado. Argumenta asimismo cómo los errores cometidos por los demócratas han favorecido la legitimación de la organización terrorista.
Entre esas equivocaciones destaca las negociaciones con la banda. Frente a quienes atribuyen el cese de ETA a la negociación, Uriarte expone con solvencia los elevados costes de una táctica útil para los políticos ansiosos de hacerse la foto dedel final de ETA, pero irirresponsable por sus pernniciosos y elevados costetes: el encumbramiento dde ETA y de su mundo, eel aumento de la respettabilidad de quienes justifican el asesinato y que, sin embargo, han ssido blanqueados desdede el puntopu de vista legal, político y social.
ETA ha interrumpido su campaña de atentados, pero no ha desaparecido. Ha sido debilitada por la acción policial y por eficaces medidas coactivas, pero no ha renunciado a una presencia vigilante. El miedo sigue condicionando la vida de numerosas personas en una región con «un mapa electoral en cuyas localidades medianas y pequeñas las fuerzas no nacionalistas se van inhibiendo de presentar candidaturas ante la presión de todo tipo ejercida sobre los ciudadanos».
Aceptar la trampa
Libro necesario en un país donde no pocos responsables están permitiendo un final del terrorismo sin un relato condenatorio del mismo. Desnuda la retórica de quienes prometen justicia, dignidad y memoria para las víctimas y para la democracia mientras eluden acometer la imprescindible regeneración social y política que demanda una sociedad afectada por tantos años de intimidación. Como apunta Uriarte citando al historiador Santos Juliá, hay partidos que difunden y socializan el discurso de legitimación del terror hasta convertirlo en memoria social.
El autor alerta con sólidos argumentos sobre los problemas que se adivinan si los demócratas continúan sin abordar los retos de un escenario en el que muchos aceptan la trampa de hacer política como si ETA no existiera. De ahí la perceptible frustración, tristeza e incluso temor de Teo Uriarte ante la inacción de quienes deberían evitarlo, pues, como indica, «al fin y al cabo, no sería la primera vez que el Estado español deje desamparados o aparte por molestos a los que le hayan respetado o servido».
ROGELIO ALONSO, ABC CULTURAL 29/12/13