Editorial-El Correo
- La batalla financiera librada por BBVA en su intento fallido por hacerse con Sabadell deja una profunda erosión en los dos bancos
El fracaso sin paliativos con el que BBVA ha cerrado su opa sobre el Sabadell aboca a los dos bancos al inevitable recuento de pérdidas en el día después de una batalla larga y descarnada en su recta final. La entidad vasca que preside Carlos Torres se ha visto obligada a capitular ante la evidencia de no haber podido convencer ni de lejos a los accionistas de la firma catalana, que tuvo que vender un activo tan importante como su filial británica para intentar frenar la operación. El desgaste es evidente entre los vencidos, empezando por el daño en la reputación, como en los teóricamente vencedores, que saldan la ofensiva más empequeñecidos de como la afrontaron.
Los mercados dictaron ayer sentencia. Revalorizaron las acciones de BBVA como muestra del alivio con el que los inversores ven zanjados nuevos riesgos, a pesar de que Torres haya asumido sin ambages la derrota, la segunda en su intento por hacerse con Sabadell. Su solemne declaración con la que da por «cerrado el capítulo» de la fusión supone el carpetazo a un culebrón que podría pasar factura a su liderazgo, aunque ayer no viera motivos para su dimisión, tras haber mantenido en vilo al mundo financiero durante 17 meses. Mientras, la Bolsa vino a castigar a la entidad que lidera Josep Oliu con una depreciación, pese a que sus dirigentes celebraron con una indisimulada «alegría» el desenlace de una opa hostil como no ocurría desde hacía décadas.
Lo cierto que es que BBVA ha mantenido el órdago contra viento y marea. Sobre todo, contra las resistencias del Gobierno de Pedro Sánchez. Nunca vio la opa con buenos ojos, a lo que se añadía la abierta oposición entre sus socios catalanes de investidura y del propio presidente de la Generalitat, el socialista Salvador Illa. Hasta el punto de convocar una insólita consulta pública y de endurecer las condiciones con un veto a la fusión de al menos tres años.
Obstáculos que no amilanaron al equipo de Carlos Torres, que ha mantenido la opa hasta darse de bruces con una realidad más dura de lo que esperaba. Posiblemente, el Sabadell ha sabido leer mejor el momento político de España y, especialmente, la pulsión emocional de Cataluña, donde la fusión tocaba la fibra sensible de empresas y partidos. Además de erosión para las dos partes, a esta batalla le ha sobrado beligerancia y ruido para afrontar con serenidad el debate sobre la creación de grandes bancos con los que competir con garantías en Europa.