Editorial-El País

El PSOE no logra movilizar a sus base ni aprovechar el declive del PP

Ciudadanos se despega del resto. El sentimiento y el deseo de la sociedad española de provocar un cambio de ciclo político se consolida en todos los sondeos. El realizado por Metroscopia para EL PAÍS en los primeros días de mayo es especialmente elocuente. El bipartidismo protagonizado por PP y PSOE se hunde ya muy por debajo del 50% de los votos en conjunto. Ambas formaciones obtendrían en unas hipotéticas elecciones los peores resultados de su historia.

El partido de Mariano Rajoy es el que puede sufrir el mayor descalabro con una pérdida de en torno al 10% de los votos cosechados en 2016. Todos los indicadores le son adversos: son muy pocos los que dan credibilidad al partido y muy pocos los que creen que tiene un proyecto de futuro y mayoría, en cambio, los que consideran que Rajoy no debe presentarse a las próximas elecciones, que no está interesado en resolver los problemas de España y que no está gestionando bien el desafío independentista catalán. Incluso entre su electorado es más apreciado el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que Mariano Rajoy.

En este contexto, Ciudadanos se dispara posicionándose ya muy por delante de los otros tres partidos causando múltiples sorpassos que castigan al PP, pero también al PSOE, una veterana formación de gobierno con un alto sentimiento de identificación todavía entre sus votantes que, sin embargo, muestran el espíritu más crítico hacia la situación de su propio partido. Es un panorama que, en términos electorales, permitiría a Unidos Podemos adelantar a los socialistas de continuar la tendencia suave y sostenida de declive del uno y resistencia al alza del otro. Es una coyuntura muy negativa del PSOE, incapaz de aprovechar el hundimiento del PP.

Teóricamente, el terreno empezaría a estar abonado en favor de los socialistas. Ciudadanos gana adeptos a base de endurecer su discurso, bien sea a favor de la prisión permanente revisable o de mantener el 155 en Cataluña. A pesar de ello, el PSOE está perdiendo la batalla de ocupar ese terreno del centro-izquierda que, a priori, parece quedar abandonado. El problema es que los españoles, más preocupados por la situación política que por la económica, no ven en el partido de Pedro Sánchez las soluciones adecuadas o la credibilidad suficiente hacia su futura acción.

La desmovilización, el desencanto y el pesimismo son los males de la izquierda española, incluso para Unidos Podemos, pero, sobre todo, para el PSOE. Es el partido, sin embargo, que menos rechazo genera, que tiene experiencia de gobierno, presenta propuestas interesantes (como la de la eutanasia) y que ha liderado durante años el progreso de este país. Es imperdonable, en consecuencia, que dilapide ese bagaje. Todo indica que su renovación no acaba de convencer, lo que empuja a este país a una hegemonía del centro-derecha liderada por un Albert Rivera que le sigue arrebatando votos. Pero su enemigo no es el presidente de Ciudadanos, sino su propia dificultad en despejar un panorama reconfortante para su insatisfecho electorado y, sobre todo, para proponer soluciones alentadoras a la grave crisis política que vive el p