Editorial en EL PAÍS, 13/6/2011
Aunque, en teoría, el acuerdo con el PNV para aprobar los próximos Presupuestos Generales es posible, en la práctica, el coste político podría ser tan elevado que los socialistas harían bien en plantearse otras alternativas.
El mapa del poder municipal establecido tras la toma de posesión de los nuevos alcaldes el pasado sábado apunta al Partido Popular, CiU y Bildu como las tres fuerzas más beneficiadas por las elecciones del 22 de mayo. La otra cara de la moneda es el hundimiento de la izquierda representada por el Partido Socialista. Es cierto que el resultado de unas elecciones municipales no es directamente traducible a los de unas generales, pero la dimensión de los avances y de los retrocesos en este caso evidencia movimientos de fondo en las preferencias del electorado. Todo apunta al inicio de un nuevo ciclo político en el que la izquierda y, en particular, el Partido Socialista, tiene ante sí la tarea de recomponer su liderazgo y su discurso.
El PP a escala nacional y CiU en Cataluña acaparan el máximo poder municipal de sus respectivas historias en un momento en el que la economía española enfrenta una difícil perspectiva, ahora centrada, precisamente, en la situación de las cuentas municipales y autonómicas. Ceder a la tentación de imputar la responsabilidad a los anteriores Consistorios es el peor camino para gestionar una realidad en la que ya no caben los juegos tácticos y de imagen, sino que exige responsabilidad en la alternancia y determinación en las impostergables políticas de ahorro. Antes de las elecciones del 22 de mayo los partidos se mantuvieron en la parálisis y el silencio sobre la situación financiera de los Ayuntamientos para no perjudicar sus expectativas. Hacer otro tanto ahora, solo que con la vista puesta en las generales, equivaldría a apostar por aproximarse al abismo.
En el País Vasco, el PNV ha preferido pactar con Bildu antes que con los socialistas y, menos aún, con el PP. La decisión tendrá efectos importantes en un momento en el que la banda terrorista encara previsiblemente su final; también en el futuro de la legislatura que Rodríguez Zapatero pretende llevar hasta su término. Aunque, en teoría, el acuerdo con el PNV para aprobar los próximos Presupuestos Generales es posible, en la práctica, el coste político podría ser tan elevado que los socialistas harían bien en plantearse otras alternativas. El avance de Bildu, con independencia del apoyo recibido por el PNV, puede estimular, por otra parte, el discurso más duro de los populares en materia autonómica, de alto aunque arriesgado rendimiento electoral.
Ni siquiera una actitud más coherente de IU habría servido como paliativo del hundimiento del Partido Socialista; si acaso, habría lanzado el nítido mensaje de que, al menos, la izquierda ha tomado conciencia del tiempo al que tiene que hacer frente. El sustancial avance de las fuerzas populistas y xenófobas en Cataluña vendría a completar un cuadro en el que todo son incógnitas, desde la situación económica hasta la salud de las instituciones. La corrupción no ha recibido castigo, sino que ha reforzado a los dirigentes salpicados por ella.
Editorial en EL PAÍS, 13/6/2011