Desastre laboral

 JUAN RAMÓN RALLO-EL CONFIDENCIAL

Una parte significativa de la pérdida de horas trabajadas será permanente hasta que nuestra economía se reestructure o hasta que encontremos una vacuna

Que el segundo trimestre del año iba a ser el peor de esta crisis tanto en términos de actividad como de empleo era algo que todos dábamos por hecho. El pico de la epidemia y de la hibernación económica se concentraron en el mes de abril y solo a partir de mayo —y sobre todo de junio— fueron poco a poco remitiendo: o expresado de otro modo, el vértice de la V caía dentro de este periodo. En este sentido, podemos hacernos una idea de la magnitud del parón de la actividad y del empleo atendiendo al desplome del número de horas trabajadas: si en el segundo trimestre de 2019 el conjunto de los ocupados españoles trabajaron 646,3 millones de horas a la semana, en el segundo trimestre de 2020 lo han hecho 474,3 millones. Un desplome del 26,6%.

Esta última cifra nos indica cuál ha sido el cese real del empleo durante este trimestre, pues las habituales magnitudes de ocupación o de paro resultan mucho menos informativas al hallarse contaminadas por otros factores inusuales (la caída de la ocupación se halla maquillada por los trabajadores que se acogieron a un ERTE durante ese mismo periodo, mientras que el aumento del paro está constreñido por el desplome de la población activa que ha llevado a calificar a muchos parados como inactivos).

Por supuesto, y pese a la aparente gravedad del contacto, uno también puede tratar de efectuar una lectura optimista de tales datos. Si el segundo trimestre fue el peor de la crisis y, una vez superado, avanzamos hacia una recuperación en forma de V asimétrica, entonces durante el tercer trimestre deberíamos presenciar un fortísimo aumento de la ocupación que en gran parte compense los artificialmente malos datos de este segundo trimestre. Salvando las distancias, todos los años durante el tercer trimestre se produce una fuerte caída del número de horas trabajadas con respecto al trimestre anterior debido a la presencia de las vacaciones de verano: un ‘hundimiento’ que se revierte enteramente durante el cuarto trimestre del año (el número de horas trabajadas también cayó un 9% en el tercer trimestre de 2019 para luego volver a subir un 8,7% en el cuarto). ¿Por qué no esperar que la segunda mitad de este año siga una pauta similar?

A la postre, las cifras de trabajadores sometidos a un ERTE por fuerza mayor apuntan aparentemente en esa dirección: en el peor momento para el mercado laboral durante esta pandemia hubo 3,07 millones de trabajadores en ERTE por fuerza mayor, y el pasado 9 de julio apenas seguían en él 1,22 millones: es decir, el 60% ya había regresado a un empleo durante los primeros días de este tercer trimestre. ¿Por qué no suponer que esta tendencia seguirá a idéntico ritmo en el futuro y la reactivación económica poscovid-19 eliminará con rapidez el parón de actividad y del empleo vivido en este segundo trimestre?

Mucho me temo que esta lectura optimista de las cifras no se va a sostener en el tiempo. Y no porque no podamos presenciar un fuerte rebote de la creación de empleo durante los próximos trimestres, sino porque un sector fundamental dentro de nuestra economía no va a levantar cabeza ni en términos de actividad ni de empleo: me refiero, obviamente, al sector turístico.

Una cuarta parte de la caída de horas trabajadas y casi un 32% de toda la destrucción de empleo se ha concentrado en el sector de la hostelería. A su vez, otros sectores relacionados con el turismo (ocio, transporte o comercio minorista) concentran otro 27% de las horas trabajadas perdidas y otro 18% del empleo destruido. Es decir, la hostelería y los sectores relacionados con ella representan alrededor del 50% de la caída total del empleo, de modo que será muy complicado que ese hundimiento de horas trabajadas y esa destrucción de empleo se reviertan plenamente si no hay recuperación del turismo. Así se refleja, de hecho, en la evolución de los ERTE: tal como ha reconocido el ministro Escrivá, existe un patrón diferenciado en la evolución de los trabajadores que están abandonando los ERTE. Mientras que el 80% de los empleados de servicios vinculados con el turismo (que representan cerca del 20% de los trabajadores en un ERTE por fuerza mayor) sigue sin reincorporarse a su puesto de trabajo, en otros sectores como la construcción especializada o la venta y reparación de vehículos de motor, menos del 25% sigue sin hacerlo. Asimismo, por autonomías, solo el 30% y el 40% de los trabajadores afectados por un ERTE ha regresado a sus empleos en Baleares y Canarias frente al 60%-70% del resto del país.

Y, por desgracia, el descontrol de la situación epidemiológica de España y las consiguientes recomendaciones o cuarentenas decretadas hasta el momento por países tan importantes como Reino Unido o Alemania hacen muy complicado que ese sector vaya a resurgir durante los próximos trimestres, de modo que una parte significativa de la pérdida de horas trabajadas será permanente hasta que nuestra economía se reestructure hacia otros sectores no dependientes del contacto social o hasta que encontremos una vacuna.

En definitiva, es cierto que las cifras de la EPA son especialmente negativas y que algunos de esos malos datos se darán la vuelta: pero habida cuenta de la incipiente segunda ola en la que nos hallamos, seamos conscientes de que el desastre laboral ha llegado para quedarse.