Albergo una seria duda acerca de la influencia ideológica de la escuela
Lo de la Ley Celaá trae cola y el desbarajuste está servido. A la ministra Alegría los de Podemos le están haciendo la vida imposible por ser partidaria de llegar a arreglos con la enseñanza concertada, cuyo origen socialista reivindica en el mandato ministerial de Maravall. Y se han atrevido, incluso, a achacarle pocas lecturas como si su experiencia en el ramo educativo no le avalara. Claro que los podemitas creen que esa cuarta parte de alumnos españoles que van a colegios concertados no merece ni agua porque sostienen la peregrina idea de que sus centros no desarrollan un servicio público. Craso error, sin duda, que conduce a otro más penoso aún como es el de creer que la igualdad educativa depende sólo de que los colegios sean propiedad de la Administración Pública y que, con eso, se arregla todo.
A Pilar Alegría le acucian también otros problemas, como el de la dichosa asignatura de Valores Cívicos que ha alarmado a los partidos de la derecha y a las asociaciones de padres homólogas. Piden, como ha señalado Begoña Ladrón de Guevara, «que la ideología se mantenga fuera de las aulas». No es que me parezca mal, pero, a partir de mi experiencia –el director de mi colegio en Vitoria, al darme las notas, me recordaba siempre: «Buesa, hay que estudiar Falange»–, albergo una seria duda acerca de la influencia ideológica de la escuela. Está también la elaboración del currículo de Primaria, cuyo borrador, a dos semanas de empezar el curso, aún no se ha publicado y, según parece, está en mantillas, pendiente de negociación. Y no digamos la cuestión de los suspensos, que a los de Podemos les parece de maravilla porque, así, «la escuela iguala», aunque, como recuerda Ladrón de Guevara, «se baja el nivel académico». Yo añadiría que, además de esto, impide la ampliación de la élite estudiantil y sumerge al sistema en la mediocridad –como PISA muestra en todas sus evaluaciones–. En fin, hay otros temas irresueltos, como el de las ratios o los exámenes finales de etapa. Así que la ministra Alegría tiene trabajo para rato.