EL MUNDO – 23/09/15
· David Pla e Iratxe Sorzabal han tenido cuatro años para encontrar una solución a los presos y a los huidos de ETA y los han desaprovechado.
· Los máximos dirigentes de la última cúpula reconocible de la organización terrorista fueron detenidos ayer por la mañana junto a otro presunto terrorista, Ramón Sagarzazu, mientras celebraban lo que parecía ser una reunión de los líderes de una banda extremadamente degradada en una casa rural a apenas 10 kilómetros de la frontera con Navarra.
La Policía francesa y la Guardia Civil llevaban una semana vigilando a los dos primeros y, cuando hacia mediodía entró en el caserío Sagarzazu, que tiene precedentes en el manejo del aparato internacional de la organización terrorista, prefirieron no tentar a la suerte y finalizar la operación conjunta. Hasta allí les había llevado la pista de Iratxe Sorzabal, cuya hija –y del ex dirigente Ata– permanece en Irún con los abuelos.
Pla y Sorzabal eran los dos últimos interlocutores reconocibles en la actual dirección de ETA. De hecho, al principio de la legislatura, alguno de los asesores hace tiempo amortizados del Ministerio del Interior comentaba que la ventaja de que ellos permaneciesen en ese puesto, pese a la falta de flexibilidad que habían demostrado, era que garantizaban que las riendas de lo poco que quedaba de ETA no las tomaba un elemento más radical. Las cosas parecen haber cambiado y ayer por la tarde una de las incógnitas planteadas con más frecuencia era la de cuál será el referente, aunque sea formal, de la organización a partir de estos momentos dado que el último Zuba de la banda ha desaparecido en las dos últimas operaciones.
David Pla e Iratxe Sorzabal son dos de los encapuchados encargados de leer el comunicado en el que ETA hace ahora cuatro años anunció el «cese definitivo de la violencia». Sin embargo, en su planteamiento, según se vio en los sucesivos y posteriores comunicados de la organización terrorista, estaba la convicción de que, a cambio, iban a poder negociar elementos que ellos denominan «técnicos» como los presos, los huidos, la entrega de las armas, la salida del Ejército del País Vasco… No consideraban suficiente compensación que la izquierda abertzale hubiese regresado a las instituciones sin condenar ni a ETA ni sus atentados pasados. Con ese planteamiento se desplazaron hasta Oslo esperando que un enviado del nuevo Gobierno del PP viajara hasta allí para hacerles una oferta.
Ese encuentro nunca se produjo pero hasta la capital noruega se acercaron representantes de los partidos nacionalistas vascos; estuvo también el etarra en busca y captura Josu Ternera, todavía hoy huido, en calidad de asesor de la cúpula terrorista, y allí acudieron los mediadores internacionales del grupo del profesor Mannikalingam para intentar arrancarles un gesto que implicara la entrega de las armas y la posterior disolución de la organización, que siempre han descartado porque pretendían dejarla viva como una corriente política inspiradora en el magma de la izquierda abertzale.
Su cerrazón desesperó a los mediadores y al Gobierno noruego que acabó viéndose obligado a expulsarles. Desde entonces permanecieron en Francia con poca fortuna en su gestión interna: los huidos con causas pendientes continúan fuera; los huidos sin causas pendientes se cansaron de esperar, de modo que la cúpula de la banda acabó teniendo que concederles permiso para regresar con pasaporte español y previo paso por los consulados; y los presos que creían que iban a salir inmediatamente tras el anuncio del «cese definitivo» permanecen en prisión recibiendo las directrices de dos veteranos dirigentes presos en Francia como Antza y Anboto, cuando una disolución de la banda o su acogimiento individual a la ley facilitaría mucho su estado. Respecto a las armas con las que querían negociar, ni siquiera está claro que en estos cuatro años hayan podido hacer un recuento total de los zulos de ETA.
Uno de los últimos episodios internos conocidos relativos a la banda tiene que ver con el acto que hace escasos meses la izquierda abertzale organizó en el Senado francés para continuar con la «internacionalización del conflicto» y con las presiones a los gobiernos español y francés. Los abertzales pidieron a ETA un gesto que les respaldara ante la comunidad internacional –un gesto más serio que aquella falsa entrega de armas que les dejó en ridículo– y la banda se negó. Aunque lo cierto es que las dos partes estuvieron de acuerdo en un punto estratégico de la máxima importancia: cualquier paso relevante debía quedar aplazado hasta después de las próximas elecciones generales con el fin de poder negociar con un gobierno eventualmente más receptivo a sus demandas. Pla y Sorzabal ya no podrán protagonizar ese hipotético diálogo, pero la izquierda abertzale mantiene la tesis.
El Ministerio del Interior, en estas circunstancias, recordó ayer que esa era la última estructura de ETA y la dio por liquidada. Resultó muy llamativo, por su parte, el silencio, al menos coyuntural, de los partidos que configuran la izquierda abertzale mientras el Gobierno vasco les advertía de que, de seguir así, su final iba a ser «estrictamente policial».
Además de Pla y Sorzabal fue detenido Ramón Sagarzazu, que estuvo en prisión en Francia desde 2005 hasta 2007 por su vinculación con el aparato internacional de la banda y que también resultó imputado el año pasado por haber participado en la plantación de un bosque en homenaje de etarras fallecidos. En su día, a Sagarzazu le fue incautado un papel con la explicación de los primeros contactos entre ETA y el Gobierno de Rodríguez Zapatero en Suiza. Y junto a ellos, el propietario de la idílica casa rural donde se cobijaban, Pantxo Flores, detenido en 2007 a raíz de una investigación sobre la financiación de ETA a través de bares.
EL MUNDO – 23/09/15