EL MUNDO 04/02/15
SANTIAGO GONZÁLEZ
Mi buen amigo Antonio Portero mostraba cierta perplejidad ante la promesa del joven Sánchez de eliminar cuando gobierne la prisión permanente revisable que el lunes aceptó bajo perífrasis en el papel que firmó con Rajoy en La Moncloa. Es el mismo Sánchez que propuso modificar la modificación de la Constitución (art. 135) que él mismo había votado a propuesta del entonces presidente Zapatero. «Luego se quejan de que no les entienden», decía melancólico mi amigo.
Vaya por delante que la firma del pacto antiyihadista, como cualquier acuerdo de Estado en esas grandes materias (lucha contra el terrorismo, Defensa, Política Exterior, Educación), me parece una buena noticia que debería producirse más a menudo. Es más complicado de entender que mientras el secretario general pedía al presidente del Gobierno «más acuerdos de fondo», ahora en Educación, el portavoz socialista en el Congreso, Antonio Hernando, descartaba nuevos pactos con el PP «porque nuestras diferencias son abismales». Cuando Sánchez se volvió ininteligible fue al decir: «Voy a reconocer algo que a lo mejor es impropio de un líder de la oposición. Voy a reconocer que la economía española se está recuperando», dijo, como si los líderes de la oposición tuvieran que negar la verdad cuando ésta beneficia al Gobierno.
El PSOE ha perdido su condición de referencia y sus propios dirigentes no saben dónde están, si son autonomistas o federalistas, monárquicos o republicanos indolentes, si se sienten más próximos a Podemos o al PP. El PSOE, en la práctica, no es un partido institucional y muchos de sus dirigentes muestran más temor a los acuerdos con partidos democráticos que a los coqueteos fuera del sistema.
Ésta es una cuestión notable, porque en la práctica no le hacen ascos a los apoyos del PP. Por ejemplo, cuando el denostado Mayor Oreja ordenó a todos los concejales populares vascos que apoyaran la lista constitucionalista más votada tras las municipales de 2003, que era la del PSE en algunos destacados ayuntamientos.
Odón Elorza fue alcalde de San Sebastián con los votos del PP. Patxi López fue lehendakari con el apoyo de los 13 parlamentarios del PP. Pero ambos aceptaban el hecho como los puteros cualificados van a lo suyo los sábados: de tapadillo, con nocturnidad y por el callejón. Luego se sorprendían porque los votantes no valoraban un acuerdo de gobierno que ellos ocultaban de manera vergonzante.
Odón Elorza avisa de que él votará el pacto «sin convicción», como quien dice que va a hacer el amor sin ganas. Como aquel personaje de Martínez Lázaro a quien su novia le dice que lo abandona por otro y mientras ella sale de casa, él le grita desde la puerta: «Que sepas que todos los orgasmos que he tenido contigo han sido fingidos». Qué grande Onán. Él fue uno de los socialistas más beligerantes para que el Supremo legalizara a Bildu, cuando todavía era alcalde de San Sebastián. Cumplió su deseo con creces. Unos meses más tarde ponía fin a 20 años de alcaldía entregando la vara de mando al candidato de Bildu.