Desdramatizar

EL MUNDO 26/10/16
F. JIMÉNEZ LOSANTOS

ESPERO que sea mentira lo que el catalanista Baldoví dijo ayer que le dijo el Rey: «No hay que dramatizar la reforma de la Constitución». Porque lo que quieren los separatistas catalanes y catalanistas, etarras, peneuvistas, benegás y podemitas es reformar hasta liquidar la soberanía nacional, es decir, que el pueblo español no siga siendo esa fuente de legitimidad de la que, como dice la Constitución, «emanan todos los poderes del Estado», incluida la Corona. Todo el debate político en España estriba en ese punto: si los españoles vamos a seguir siendo, al menos de derecho, dueños de nuestra nación, o si la soberanía del pueblo español, que fundamenta todas nuestras constituciones, desde la de Cádiz hasta la de 1978, queda abolida en favor de las regiones o reinvenciones políticas (los Països Catalans, la Gran Euskadi, la fantasmal República Ibérica) cuyos caudillitos tengan fuerza para imponer su dictadura o dinero para comprar su independencia.

España está débil, con una casta dirigente corrupta y un montón de golpistas de ocasión que han tomado las instituciones, pero es más fuerte que cualquier Estado que quiera erigirse sobre sus escombros. Lo que no cabe es desdramatizar el drama de la destrucción del Estado, la liquidación de la democracia y un horizonte de inacabables conflictos civiles.

Dramática es la situación española, pero más dramático que partidos políticos, instituciones y medios de comunicación pidan «no dramatizar». ¿Nos tomamos a broma el linchamiento de Alsasua y las agresiones a las víctimas de la ETA? ¿Nos divierte la impunidad del golpismo catalán, financiado por el Gobierno con el FLA? ¿Nos reímos de la corrupción policial y judicial que ha legalizado a la ETA, permitido los escraches y duda ante la forma de violencia más antigua y prohibida de la Historia, que es cercar un parlamento para torcer la voluntad de los parlamentarios?

Los matones que, dirigidos desde dentro, cercarán el Parlamento declaran ilegítimo al Rey («mafia de Nóos») al Gobierno («mafia de Gürtel») y a la Oposición («mafia de los ERE»). Cuando Iglesias se veía presidente los llamaba «el Jefe del Estado», «los compañeros del PSOE» y «la futura oposición». ¿Y hay que desdramatizar que los alfon cerquen la sede de la Soberanía Nacional? Que desdramatice Ferreras. Mejor, que los disuelva.