Irene Villa, aquella frágil niña de 12 años que perdió las piernas tras el azote etarra, es hoy una inteligente mujer que habla claro: «No creo en la cadena perpetua, sino en la reinserción de los presos y el cumplimiento íntegro de las penas, pero el dolor de una víctima nunca prescribe»
Un libro muy interesante: «Vidas rotas». Una película recomendable: la del valiente Iñaki Arteta «Trece entre mil». No era un cuestionario al uso, de esos de pregunta y respuesta rápida, pero Irene Villa ha dado estos consejitos en un encuentro digital en el que los lectores de ABC.es se han interesado por el estado de aquella niña de 12 años que viajaba con su madre en el automóvil cuando ETA les deflagró la vida para siempre. Perdió las piernas y tres dedos de una mano, y su madre, la funcionaria de la Dirección General de la Policía María Jesús González, una pierna y un brazo. Pero no les arrebataron el fondo blanco de su alma: en nuestro chat, Irene no se ha mostrado partidaria de la cadena perpetua, sino de que los terroristas cumplan la condena íntegra. «Creo que con eso es suficiente», ha dicho y ha ido un paso más allá, al contestar a Rafael García, desde Sevilla: «Aunque suene extraño por boca de una víctima, creo en la reinserción de los presos, una vez hayan cumplido su condena aunque pasen muchos años».
Estos buenos sentimientos no obvian su alegría por el hecho de que el Gobierno afortunadamente abandonase «la vía fallida del diálogo con asesinos» y recuerda a quienes auspician las ideas terroristas que «malgastar una vida así, destrozando familias, no tiene ningún sentido».
Sincera y cercana, Irene ha conversado desde el VI Congreso de Víctimas del Terrorismo con los internautas, declarándose creyente -porque «creer que hay algo más grande que si tú quieres te impulsa es fundamental, además de abrirse a los demás y vaciarse de rencor y odio», ha afirmado y ha dado buena muestra de ello- y absolutamente contraria a que quienes sustentan la ideología de los terroristas sigan presentes en las instituciones vascas (algo en lo que coincide con el lector que le interroga, David). «Todas las víctimas somos iguales. De hecho, me siento muy cerca de la familia, por ejemplo, de Sandra Palo o Mari Luz»
Una tormenta de arena en la que en un momento dado se vio enrunada esta mujer para la que los lectores han reservado sólo bellas palabras fue la intención de posicionarla políticamente. «Mi única bandera es la de los derechos humanos -suscribe- (…). Lo que intento es mantenerme al margen de temas estríctamente políticos, que es donde he sentido que mis opiniones se dirigían según qué medio de comunicación las publicase».
Villa ha explicado aquello para lo que muchos no tenemos ni una sola palabra: «Al sufrir un atentado, primero uno se siente inseguro, vulnerable, con el alma herida… pero al final uno aprende a vivir con ello, especialmente cuando la sociedad está con nosotros»; por eso, ha remachado, «creo que todas las víctimas son iguales. De hecho, me siento muy cerca de la familia, por ejemplo, de Sandra Palo o Mari Luz Cortés».
«Cuando atentaron contra nosotras lo primero que me pregunté es qué teníamos que ver nosotras con su independencia, con la inocencia de una niña de doce años dije: «¡Pues que se la den!» pero quien ha matado no merece los fines que busca», concluye, al tiempo que incide en que perdonó a quienes adosaron la bomba lapa a los bajos del coche no por ellos, sino por ella misma. Para continuar viviendo.
Y continuando con el juicio al etarra «Capullo» que se celebra desde ayer en la Audiencia Nacional, Irene Villa se ha referido a la expulsión por parte del juez Javier Gómez Bermúdez a la familia de la víctima asesinada, que reclamaban Justicia para el supuesto verdugo. Villa ha aseverado que «el dolor de una víctima no prescribe». «El que lo ha hecho lo tiene que pagar, pasen los años que pasen», ha afirmado al ser preguntada por lo acaecido durante el juicio por el asesinato en 1982 del delegado de Telefónica en San Sebastián Enrique Cuesta y su escolta, Antonio Gómez. Bermúdez expulsó de la sala de vistas en la que se juzgaba a José Antonio Zurutuza a los familiares del director de la empresa Moulinex José María Félix Latiegui (Guipúzcoa), asesinado en 1981 supuestamente por el procesado, por exhibir pancartas y exigir que se juzguen estos hechos, que la Audiencia Nacional ha considerado prescritos.«Puedes convivir con un trozo de tu corazón cercenado, pero no con la injusticia»
El incidente está hoy en boca de todos los asistentes al VI Congreso de Víctimas del Terrorismo, que piden de forma unánime que los delitos de terrorismo no prescriban y que sean considerados crímenes de lesa humanidad.
«Es muy doloroso que prescriban», ha repetido Irene Villa, que afirma que ella puede pasar por una situación similar dentro de poco. «Cuando sufres un atentado -prosigue- siempre se queda un trozo de tu corazón cercenado, aunque llega un momento en que aprendes a convivir con ello, pero con la injusticia no puedes vivir porque es algo que se clava en tu corazón, algo más doloroso».
ABC, 13/2/2010