Estamos en tiempos de crisis de liderazgo. Ante un futuro incierto, al PNV no le será fácil combinar su apoyo presupuestario a Zapatero con la imagen del «choque de trenes», tan recurrente cuando se ha necesitado atraer a los más radicales. Le toca jugar el papel más difícil de los últimos tiempos porque lo tendrá que jugar en solitario. Todos quieren ser alternativa. Al menos, durante la campaña.
Que el PNV ha escondido a Ibarretxe en las últimas horas, no es una sensación que el sábado expresara Patxi López por casualidad; es una constatación. El dirigente de los socialistas vascos puso ayer el dedo en la llaga del principal partido de Euskadi que, después de 28 años gobernando la comunidad, presiente la llegada de su posible relevo. Por eso, el PNV ha decidido adelantar la ofensiva de su campaña electoral; porque detecta un concurso desaforado entre los demás partidos, incluidos los que le han acompañado en el Gobierno en las dos últimas legislaturas, por ofrecer a los votantes un mundo posible sin el PNV.
Después de la torpe alusión del lehendakari al ‘copyright’ del lema del presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, sobre el querer y el poder, el inquilino de Ajuria Enea se ha tomado unas horas de descanso. Y este fin de semana ha tenido que ser de nuevo Urkullu quien saliera al escaparate para contrarrestar el protagonismo electoral del dirigente socialista Patxi López. Consciente de que en la próxima confrontación electoral el pulso se librará, como suele ocurrir en todos los comicios autonómicos, entre constitucionalistas y nacionalistas, el presidente del PNV bajó a la arena para explicar a los suyos la primera lección de la ikastola: la ‘p’ con la ‘a’: ‘pa’.
Allá los votantes con sus conciencias pero que sepan que la próxima vez que vayan a las urnas en marzo, vino a decir, tendrán que optar entre un delegado del Gobierno (los socialistas) o un lehendakari (nacionalistas). Más allá del PNV empiezan a configurarse posibles fórmulas de gobierno en torno a un cubo indescifrable parecido al de Rubick. Ahora que EA ha decidido cortar el cordón umbilical de quien le ha dado techo y cobijo durante dos legislaturas en el Gobierno vasco, se disparan las conjeturas. Que si el partido de Unai Ziarreta quiere pescar en el electorado abertzale (unas aguas muy frecuentadas por su compañero de partido y consejero Joseba Azkarraga sin que, por ello, haya tenido que desvincularse del PNV); que si el sindicato ELA, que guarda tantas afinidades con EA, permanece atento al movimiento. O el sindicato LAB, próximo al entorno de ETA, celebra la huida de EA.
Que si al final no habrá trasvase de votos porque el electorado del entorno de ETA es muy disciplinado y si la banda recomienda el voto nulo o la abstención apenas habrá desmarques. El caso es que el EBB observa los crucigramas pero a quienes quiere marcar de cerca es a los socialistas. No se fía. No es que tema que sus adversarios vayan a ganarle en las urnas. Pero la sombra del cambio en Cataluña es demasiado alargada. Y plúmbea. Inquietante. La única diferencia entre CiU y el PNV es que al partido de Mas ya le ocurrió… Y el PNV se ve en capilla. A su partido le puede suceder algo similar. Puede volver a ganar. Pero… ¿podrá seguir en el poder?
En las últimas elecciones catalanas, en noviembre de 2006, Convergencia i Unió ganó en las urnas pero sin mayoría suficiente para gobernar y el taimado Montilla le quitó el sillón de la Generalitat gracias al pacto con ERC e IC. ¿Podría ocurrir algo similar en Euskadi el próximo mes de marzo? Al PNV no se le oculta la apetencia de muchos socialistas vascos de emular la trayectoria de sus compañeros catalanes. Y se imagina el cuadro: con EA, haciendo de Esquerra Republicana, con Madrazo dispuesto a lo que se tercie en el calorcito de Ajuria Enea y con los socialistas, maestros en propaganda, vendiendo un tripartito como el de Montilla pero en Euskadi, aunque EA suele mostrarse reticente a la hora de compartir alianzas con los socialistas.
Las experiencias son muy distintas pero las tentaciones, parecidas. Aún así, el presidente del PNV, que sabe que mientras él consiga eclipsar el mensaje obsesivo del lehendakari puede mantener el grueso de su fuerza electoral, quiere centrarse en su principal adversario, que no es otro que el PSE que, al fin y al cabo, es el que le puede pisar los talones en las urnas si no mete la pata en el próximo trimestre.
Estamos en tiempos de crisis de liderazgo (el congreso de IU en España y de los socialistas en Francia son todo un síntoma) y, ante un futuro incierto, el PNV dará prioridad a los mensajes de seguridad y reafirmación. Para eso tendrá que aparecer más Urkullu que Ibarretxe. Pero no le será fácil combinar su apoyo presupuestario al Gobierno de Zapatero con la idea de utilizar la imagen del «choque de trenes» tan recurrente cuando se ha necesitado atraer a los más radicales.
Al PNV le toca jugar el papel más difícil de los últimos tiempos porque lo tendrá que jugar en solitario. Todos los demás querrán ser alternativa. Al menos, durante la campaña. Otra cosa será cuando toque gobernar. Más allá de la campaña electoral, la mejor frase del fin de semana se la lleva Teo Uriarte que, al ser preguntado en una entrevista: «¿La negociación es el camino?», su respuesta merece una orla: «¡No por Dios; eso anima a un muerto!».
Tonia Etxarri, EL CORREO, 17/11/2008