Kepa Aulestia-El Correo

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, replicó el jueves a la Junta Electoral que él sigue siendo parlamentario y la primera institución del Estado en Cataluña. Solo que el mantenimiento de ambos cargos está sujeto a decisiones que se le escapan al valido del expresidente Puigdemont. Es muy difícil que Torra se zafe de las sucesivas resoluciones de inhabilitación que le esperan; y mucho más que éstas se disipen como por ensalmo. Torra sabía perfectamente dónde se metía cuando ninguneó a la Junta Electoral Central ante sus requerimientos para que cesara de utilizar el balcón del Palau en campaña. Como sabe que ahora está poniendo en un brete al presidente del Parlamento autonómico, Roger Torrent, y a su Mesa.

A estas alturas, los informes que emitan los letrados de la Cámara sólo servirán para aportar argumentos a una decisión política previamente adoptada por ERC o por Junts per Cat, en un pulso que ya ha llegado al cuerpo a cuerpo. De hecho, es probable que Torra se deje sacrificar por Torrent. Para así denunciar que ERC se atiene a la legalidad española frente a la resistencia independentista de la Presidencia de la Generalitat. De hecho, es probable que en su despedida Torra consiga retratarse al frente de la coalición que apeó a Artur Mas: JxCat y la CUP. Los independentistas al frente de la Generalitat no tienen más remedio que decidirse entre incurrir en nuevos procesos por desobediencia, a riesgo de que sus resoluciones sean impugnadas, incluso que entrañen la comisión de delitos de usurpación de función pública. Todo ello cuando el Gobierno Sánchez ha deslizado su propósito de reformar el Código Penal.

El lenguaje de la política y el de su observación recurre en exceso a metáforas sanitarias. Desinflamar ocupa ya un lugar propio en las bienaventuranzas. Pero los defensores de la terapia propenden a reclamar a otros que la apliquen. Como cuando se dice que, frente a la ‘judicialización’ del ‘conflicto’, han de buscarse soluciones políticas. Sería ‘político’ que Torra renunciase a la Presidencia de la Generalitat. Lo sería especialmente porque su papel estaba amortizado desde el momento de su designación. Sería ‘político’ que convocase elecciones. Sin embargo, la dignidad independentista tiende a disfrazarse de dignidad institucional cuando Quim Torra se viene arriba ante el infortunio que buscaba: su inhabilitación. Lo que suceda en los próximos días reflejará las dificultades que el independentismo gobernante tiene para ‘desinflamarse’. Para ‘desinflamarse’ en términos judiciales, y para ‘desinflamar’ la pugna que protagonizan Junqueras y Puigdemont.