Ignacio Camacho-ABC

  • Sánchez necesita al virus como agente electoral de una campaña a muertazos. Su marco es el de libertad o contagio

Esa probable mayoría de españoles harta del uso electoralista de la pandemia ignora que en realidad aún no ha visto nada en comparación con lo que se avecina en esta campaña. Pueden sentarse ante la tele, servirse una copa y disfrutar, si tienen estómago, de la función bastarda que se va a proyectar en horario continuo desde primera hora de la mañana. ‘Desmadre a la madrileña’, la han titulado los guionistas que redactan en La Moncloa el argumentario de la izquierda, cuyo esquema ha adelantado Sánchez con esa vocación suya por la sinceridad y la transparencia. El resumen de la trama es que Ayuso, la loca, la desleal, la lela, está matando gente a mansalva con su empeño de mantener la economía abierta y estirar al límite el toque de queda. La foto de Colón sirve de escenografía distópica a la tragedia que amenaza a Madrid si sigue gobernada por esa derecha perversa que, pese a acumular contagios y muertes, goza de inexplicable ventaja en las encuestas por culpa de una especie de obnubilación colectiva ante el espejismo de la hostelería llena y de una libertad medida en el consumo de cerveza.

El Gobierno ha cifrado sus posibilidades de éxito en que la cuarta ola dispare la infección y colapse los hospitales. Necesita que la estrategia aperturista de Ayuso fracase para crear una alarma social que detenga su avance. La polarización ideológica beneficia el voto útil que está alimentando las expectativas de los populares con el estímulo de un doble revolcón simultáneo a Iglesias y a Sánchez; sólo el virus, cuyo comportamiento real no controla nadie, puede convertirse en un agente electoral de resultados eficaces. Por tanto, el único debate viable será el de la mutua atribución de responsabilidades. Milagro y resistencia contra jolgorio y desmadre. De las tres oleadas anteriores, en dos la presidenta ha salido reforzada; ha mantenido activo el sector de servicios y ganado el apoyo de sus trabajadores sin que la tasa de transmisión pandémica se diferencie mucho de la de las regiones clausuradas. Ahora tendrá que hacer frente al indudable efecto negativo de la Semana Santa, que el poder va a amplificar a través de su máquina publicitaria. El punto débil de esa esperanza sanchista consiste en que sus votantes también han disfrutado de las terrazas y no es posible sostener en serio que todos los que colmataban bares y restaurantes son fachas.

De entrada, Ayuso domina el ‘frame’, el marco. Un cierto victimismo -‘el Gobierno nos castiga’-, impuestos bajos, épica resistente y eso que los técnicos llaman ‘equilibrio dinámico’ entre la actividad y el contagio. Ha logrado que la convocatoria anticipada tenga carácter plebiscitario y hasta muchos votantes de Vox aceptan complacidos su liderazgo. La izquierda sólo puede confiar en que se desate un caos sanitario, y si no sucede, aparentarlo. Prepárense para una campaña a muertazos.