Editorial, EL CORREO, 2/10/11
ETA da pasos al aceptar la verificación de la tregua y acabar con Ekin, pero falta el definitivo
El anuncio de que la organización ilegalizada Ekin, constituida en 1999 como sucesora de KAS y considerada la estructura política de ETA que había de controlar la ortodoxia de la izquierda abertzale, ha decidido disolverse significa un nuevo paso en el desenlace del debate que mantiene desde la primavera el mundo radical estructurado en torno a la organización terrorista. Se trata de un paso lógico y ya previsto, encaminado a insertar a la antigua Batasuna en la legalidad democrática con abandono absoluto de la violencia y acatamiento pleno de la lógica política de la propia democracia, que es, ante todo, un procedimiento dialéctico para la resolución pacífica de los conflictos. Ekin fue golpeada judicialmente por primera vez en septiembre de 2000 por Garzón, quien acusó a una veintena de activistas de ser comisarios políticos de ETA y de auspiciar la ‘kale borroka’; en 2007 fue ilegalizada por la Audiencia Nacional con el argumento de que era «parte de las entrañas de ETA». Ahora, la inmolación parece indicar que en el seno de la banda se habría impuesto la facción partidaria de abandonar el control sobre la izquierda abertzale, a pesar de que habría ciertas discrepancias, ya conocidas por otra parte, entre el grupo armado y sus epígonos políticos. Esta interpretación sugiere, en fin, que la disolución de Ekin sería un paso más en el nuevo rumbo de ETA, que ayer hizo público un comunicado anunciando que acepta la verificación de la tregua por parte del grupo internacional auspiciado por Brian Currin. El ministro Camacho dijo en un acto con policías que «estamos recorriendo la última fase de una banda terrorista que ha entrado en un proceso de disolución imparable». Sin embargo, para llegar a este final, el único que pueden aceptar los demócratas, tampoco sería necesario recorrer los sucesivos capítulos del desmantelamiento a plazos que el mundo etarra está realizando. Y en todo caso, ni las instituciones ni los actores políticos deberían alterar su estrategia de firmeza hasta que ETA deje de ocupar un lugar, todavía amenazador, en la retaguardia de la izquierda radical.
Editorial, EL CORREO, 2/10/11