ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • Las víctimas de ETA no le dan votos y por tanto no interesan a Sánchez, el aprendiz de forense de Cuelgamuros

Se cuentan por millares las víctimas que dejó ETA a lo largo de su trayectoria sanguinaria: asesinados, heridos, huérfanos, secuestrados, extorsionados, amenazados, expulsados de su tierra… Un rosario interminable de dolor que nunca, en casi medio siglo, llevó a una sola de esas personas a tomarse la justicia por su mano. Pensaban, pensábamos ingenuamente, que el Estado de derecho sería nuestro valedor y pondría a cada cual en su sitio. Que la democracia prevalecería y los terroristas serían vencidos. Nos equivocábamos de medio a medio. Basta ver la realidad demoscópica del País Vasco para constatar que la razón de la fuerza bruta ha ganado por goleada a la fuerza de la razón y la decencia. La violencia más descarnada ha dado frutos abundantes, mientras la resistencia no ha producido otra cosa que derrota y frustración. La partida por el poder se juega entre quienes «sacudieron el árbol»; esto es, los integrantes de la banda que sembró el terror, y quienes «recogieron las nueces»; a saber, sus cómplices del PNV, beneficiarios directos de la sangre derramada. Las víctimas, relegadas a la irrelevancia en la carrera electoral que concluirá el 21 de abril, solo pedían tres cosas: memoria, dignidad y justicia. Merced a la traición del PSOE, responsable del blanqueamiento que Bildu se dispone a rentabilizar en las urnas, el pago por su sacrificio y su confianza en el sistema se traduce en desmemoria, indignidad e injusticia.

El éxito fulgurante que las encuestas auguran a la coalición creada por Arnaldo Otegui, probable vencedora de las elecciones, no sería posible si los medios de comunicación, los colegios y las universidades se encargaran de recordar cada día el pasado de personajes como David Pla o Elena Beloki, llegados a la dirección de Sortu directamente desde ETA, con las manos manchadas de sangre, en clara vulneración de la Ley de Partidos. Pero la estrategia seguida por unos y otras, a instancias de los gobiernos central y autonómico, ha sido exactamente la contraria, de tal modo que Bildu, auténtico nido de etarras, aparece ante el electorado como una fuerza perfectamente democrática (Óscar Puente dixit), que ejerce un gran atractivo en la juventud de izquierdas. Tanto como para barrer del mapa a Sumar y reducir de manera drástica las expectativas del candidato socialista, quien se esfuerza en vano por repetir que nunca pactará con ellos, emulando a su jefe, Pedro Sánchez, quien dijo lo mismo e hizo justo lo contrario, en un alarde de ignominia llamado a pasar a la historia. Entre tanto, trescientos setenta y seis atentados mortales perpetrados por esos criminales siguen pendientes de resolución, sin que el aprendiz de forense de Cuelgamuros ponga el menor empeño en esclarecerlos. Esas víctimas no le dan votos y por tanto no le interesan.

Agradezco al cielo que mi abuelo, liberal, republicano y bilbaíno hasta las trancas, no viva para contemplar esta decadencia irreversible.