Gaizka Fernández Soldevilla-El Correo

  • Los yihadistas asesinaron a 10.480 personas el año pasado, la mayoría de ellas en el continente más olvidado del planeta

En los tres primeros meses de 2025 se han producido diversos atentados yihadistas en EE UU, Alemania, Austria y Francia. La violencia islamista preocupa a la sociedad occidental y ocupa a sus autoridades. También en España. Por tal motivo se mantiene el nivel 4 de alerta antiterrorista. En lo que llevamos de año casi cuarenta sospechosos han sido detenidos en nuestro país.

En este mismo trimestre los terroristas han asesinado a centenares de personas en África y Asia. Con excepciones puntuales, como cuando entre las víctimas hay algún compatriota, apenas nos enteramos de esta violencia. Sin embargo, el Anuario del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), dirigido por Carlos Igualada, evidencia que también deberíamos prestarle atención.

A lo largo de 2024 los yihadistas cometieron 1.979 atentados en el planeta, un 20% menos que en 2023. Se trata de un dato agridulce: hay menos ataques, pero mucho más letales. El año pasado se registraron seis masacres de más de 100 víctimas mortales. Cuatro de aquellas matanzas llevaban la firma de Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin (JNIM), el grupo terrorista más poderoso del Sahel. La más sangrienta fue la emboscada de Barsalogho, el 24 de agosto, en la que JNIM acabó con la vida de 300 soldados y civiles de Burkina Faso.

En 2024 los yihadistas mataron a 10.438 personas en el mundo. El 85% de los asesinatos se localizaron en África. La parte occidental del continente, en la que las franquicias de Al-Qaida y Estado Islámico (Dáesh) compiten por la hegemonía, fue la más perjudicada: en Burkina Faso hubo 4.315 víctimas mortales y en Malí, 1.496. Entre ambos países suman más de la mitad de los asesinatos globales. La violencia fundamentalista también fue intensísima en Níger (927 fallecidos) y Nigeria (713). Además, la región sigue arrastrando problemas endémicos como la mala gobernanza, el abuso de los poderosos locales, las guerras civiles, los golpes de Estado, la intervención de mercenarios y el crimen organizado.

Para encontrar países no africanos en el macabro ranking del yihadismo de 2024 hay que bajar a la quinta posición: Pakistán, con 547 asesinatos perpetrados por Tehreek-e-Taliban y el Estado Islámico del Jorasán (IS-K). A esta filial de Dáesh corresponde la autoría del ataque de Bamiyán (Afganistán) en el que fallecieron cuatro turistas españoles. El IS-K ha operado no solo en Asia Central sino también en Rusia, Irán y Turquía. Siguiendo al OIET, «se ha mostrado como el actor terrorista más activo y con mayor proyección del momento».

El sexto lugar en la lista corresponde a la República Democrática del Congo: 465 víctimas mortales. Y el séptimo lo ocupa Siria, con 445. El país está marcado por la caída del régimen de El-Asad y la toma del poder por parte de Hayat Tahrir al-Sham. Se trata de un grupo islamista suní que pretende proyectar una imagen de pragmatismo y moderación alejada de la violencia sectaria de otras facciones, es decir, quiere ser más presentable a nivel internacional. No obstante, no debemos olvidar que en Siria no han cesado los ataques contra las minorías alauí, drusa y cristiana.

Hayat Tahrir al-Sham o los talibanes afganos son un buen ejemplo de cómo, alejándose del ambicioso proyecto universal de Al-Qaida y Estado Islámico, cada vez más organizaciones yihadistas optan por estrategias y agendas locales. Su objetivo no es la yihad global ni reinstaurar el califato, sino dominar territorios y consolidar su posición.

El conflicto palestino-israelí sigue siendo otro elemento a tener en cuenta. La maquinaria propagandística del islamismo radical ha enarbolado la dramática situación que sufren los habitantes de la Franja de Gaza para sus propios fines: reclutar voluntarios y obtener dinero para la yihad. Por añadidura, se ha disparado el número de ataques a comunidades judías e intereses israelíes en Estados Unidos y Europa. El fenómeno no solo es imputable al integrismo islámico, sino también a una parte de la ultraderecha y de la extrema izquierda.

En 2024 Europa occidental fue escenario de once atentados yihadistas, que dejaron cinco víctimas mortales. Se trata de una cifra baja, similar a la de los años anteriores: hubo diez asesinatos en 2021, dos en 2022 y seis en 2023. La clave reside en la eficacia de los servicios de inteligencia y la policía. España es un magnífico ejemplo: en 2024 se desarrollaron 49 operaciones contra el yihadismo en las que se arrestó a 81 sospechosos.

Con todo, el OIET advierte del peligro de que el IS-K ponga en su punto de mira al Viejo Continente. Por humanidad y para poder afrontarlo, es necesario preocuparse y ocuparse de la terrible tragedia que está ocurriendo no tan lejos de nuestras fronteras