- Así que sólo deseo y exijo, con el conjunto de los españoles y con independencia del tipo de energía, que cada vez que le dé a un interruptor haya luz y, por supuesto, a un precio razonable, cosa que el plan energético del trilero monclovita y sus doctrinarias Ribera y Aagesen no nos garantizan
No soy técnico ni pretendo serlo para sugerir o recomendar lo que le conviene a España. Me guío por el conocimiento de los expertos y el sentido común. Y aquellos y este me dicen que inevitablemente pagaremos la luz mucho más cara y no estaremos exentos de incidentes, incluido otro apagón, con un plan energético dogmático como el que Sánchez nos ha impuesto, anteponiendo ideología y sectarismo a pragmatismo y criterios técnicos.
No pongo reparos a la energía verde que nos procura el viento cuando sopla, que no siempre, y al sol cuando luce, que tampoco está asegurado y menos de noche, pero tampoco a las nucleares con las que convivimos desde hace decenas de años, compartiendo vecindad, además, con uno de los países más nuclearizados del mundo, Francia, que el día del gran apagón permitió, gracias a sus reactores, la recuperación más pronto de nuestro sistema.
Y de la energía hidroeléctrica nada que objetar, pero éste es un país de secano y el agua es un bien escaso que gracias a las presas construidas antes y, sobre todo, durante el franquismo se ha podido aprovechar para boca, regadíos y generación eléctrica. Si esa tarea hubiera tenido que asumirla el galgo de Paiporta no duden que hasta las ranas habrían necesitado llevar cantimploras y tendríamos menos luz que un barco pirata. Es tan antipresas como antinuclear.
Y luego están las térmicas con el gas como motor imprescindible de su funcionamiento. Si no dependiéramos de terceros países, y menos de Rusia, para abastecernos, pagándolo a precio de oro según coyunturas, circunstancias y conflictos políticos o bélicos, tampoco debería yo cuestionarlas aunque sean más contaminante que las nucleares.
Así que sólo deseo y exijo, con el conjunto de los españoles y con independencia del tipo de energía, que cada vez que le dé a un interruptor haya luz y, por supuesto, a un precio razonable, cosa que el plan energético del trilero monclovita y sus doctrinarias Ribera y Aagesen no nos garantizan. Pagaremos la luz mucho más cara y es probable que no nos libremos de otros apagones. La apuesta radical de Sánchez por las renovables mientras expulsa a las nucleares del mix energético para depender fundamentalmente del gas, cuando Eolo se ponga en huelga, el Sol brille por su ausencia y los pantanos sufran los efectos de una pertinaz sequía, cosa habitual en España, encarecerá la factura eléctrica doméstica y la industrial, perjudicando la producción y la competitividad de nuestra economía. Y paradójicamente no habrá mas remedio que importar electricidad de las nucleares francesas, aquí cerradas, para calentarnos en invierno y refrigerarnos en verano con el fin de compensar el déficit de un sistema inspirado por el fanatismo doctrinario de Sánchez.
Producir con un coste energético más caro lo está pagando ya una Alemania en recesión a la que Sánchez puso como ejemplo en el Congreso, a pesar de que los alemanes lamentan el cierre de sus nucleares y la dependencia del gas ruso que les ha encarecido la luz y causado la deslocalización de empresas. Suecia, otro de los países que el mentiroso compulsivo mencionó como ejemplo durante su falaz y demagógica intervención parlamentaria, compatibiliza la energía renovable, especialmente la hidroeléctrica en un país donde si sobra algo es agua, de forma equilibrada con la nuclear que generan sus cinco reactores a los que sumará en el futuro cuatro más. España, será verde o no será, afirmó Sánchez para justificar el cierre de nuestras centrales nucleares con otro de sus bulos estratosféricos: «en España no hay uranio y, por tanto, hay que importarlo, ¿y de dónde lo exportamos señorías?».
Un tipo que no le dice la verdad ni a su médico aunque esté muriéndose no tiene empacho en largar otra mentira más de su acreditada y extensa colección de trolas como esa desde la tribuna del Congreso. La realidad, sin embargo, es que España cuenta con la mayor reserva de uranio de la Unión Europea pero el felón monclovita tiene prohibida su extracción , junto a otros minerales radiactivos, por ley desde 2021.
Y a todo esto aún sigue sin explicarnos las causas por las que se fundieron los plomos durante todo un día. Se niega a hacer autocrítica mientras señala a las compañías eléctricas, a los ultrarricos, y exonera a su amiga, la muy ‘bien pagá’ Beatriz Corredor, presidenta del operador energético semipúblico Redeia. Y, por supuesto, no asume responsabilidad alguna por el apagón o por el enésimo caos ferroviario que por incompetencia suya y de sus ineptos conmilitones, como el broncas Puente, venimos sufriendo los ciudadanos con una incomprensible resignación que me lleva a recordar la afirmación atribuida al polifacético Víctor Hugo, según la cual si el gobierno hace las cosas mal y el pueblo lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa. El silencio de los corderos resulta ya atronador.
Cuando a Felipe González le preguntaron en 1982 por el significado del eslogan electoral, «Por el cambio», que llevó al PSOE a la Moncloa, respondió: «el cambio consiste en que España funcione». España no funciona con la normalidad y eficacia debidas, en consonancia con el deterioro de su democracia, desde que Sánchez gobierna. Sin embargo, nunca antes, ningún otro gobierno había tenido más recursos económicos, más dinero que el suyo, ya sea por su inagotable voracidad fiscal y recaudatoria o por los ingentes fondos europeos que recibe, para invertir en Sanidad o en el desarrollo de infraestructuras ferroviarias o energéticas, necesarias para el verdadero progreso de España. El otro supuesto progreso, el que nos vende la impostada propaganda de Sánchez desde su poblada factoría de asesores monclovitas es tan mentirosa y falsa como el bulo del uranio.