Desolación y orfandad

HERMANN TERTSCH – ABC – 21/04/17

Hermann Tertsch
Hermann Tertsch

· Peor delito que la corrupción es acabar con la esperanza.

La actualidad política y judicial se torna grotesca en esta peculiar primavera española en la que se impone la inquietante convicción de que se rompen, una tras otra, piezas sin repuesto en nuestra utilería del escenario de la convivencia nacional. Aquellos que hace aun unos meses se las prometían felices con un futuro de placidez en el poder ven ya que su reposo en supuestos laureles será fugaz. Quienes se creían especialmente listos y tenaces y al final triunfantes con su estrategia de dar tiempo a todos los demás a equivocarse para seguir al mando sin más cambio que la postura, ven que al final ha habido tiempo para que también se equivocaran ellos.

Donde creían tener un campo amable para preparar la siguiente legislatura de subsistencia, comprueban que lo que tienen delante es una inmensa escombrera. Y quizás en ascuas. Es lo que tiene subsistir sin ideología ni ideas, ni planes ni programa. Lo que tiene estar obsesionados en la autodefensa, en refugiarse en armonías ficticias, huir del conflicto, ignorar o dar patadas hacia adelante a todo problema y comprar tiempo de gobierno hasta a los peores enemigos de la legalidad, de la convivencia, de la unidad nacional.

Cuando se cree que abandonada toda ambición de transformación se han vencido todas las resistencias surgen imprevistos los inconvenientes en la estrategia única de la conveniencia. Estallan conflictos internos con fantasmas del pasado que siempre son presente cuando nada se quiere dirimir. Y no existe ya cohesión ni en torno a ese líder inmutable, convertido en patético personaje sin nadie que le diga una verdad, le muestre la realidad ni corrija sus deformaciones. Y se desata la más primaria y brutal batalla permanente por recursos y posiciones ante los cambios que han intentado evitar pero que ya saben irremisiblemente cerca.

El espectáculo es desolador. Porque no se le adivina consuelo. No hay en el escenario político y en los cuadros dirigentes de la sociedad española nada ni nadie que ofrezca el músculo moral y político para un golpe de timón que saque a España de este desesperante tratamiento extremo de la alternancia entre náusea y zozobra. Los que no tuvieron el patriotismo y el sentido del deber de abandonar la escena han servido de pretexto para que irrumpan en ella manadas de ignorantes, oportunistas, savonarolas semicultos y hampones. Y no hay patriotismo y sentido de deber que convoque a los mejores españoles a la política y al servicio público.

Quienes podrían ayudar huyen de la política como la peste que hoy parece. La mediatización corrompe tanto como las mansiones en la playa y las cuentas en Suiza. No es cierto que la indignación ante la corrupción solo esconda envidia. No solo. Pero sí es cierto que esas elites de moral de cochambre responden a una sociedad peor que consentidora. Aquellos que dicen rebelarse contra un consenso en la mentira cogen de bandera resentimiento, venganza y violencia. Siniestra gracia tenía ayer un elemento comunista de gira por Madrid en un autobús difamador. Llamaba ladrones a los políticos del gobierno. Él, a quien dicho gobierno perdonó un fraude fiscal con dinero robado a los venezolanos por un régimen criminal que estos días asesina una vez más a lo mejor de su pueblo.

Para acabar con los males como democracia con ladrones nos proponen una dictadura cleptocrática y criminal. El peor delito de los políticos españoles no es la corrupción de pocos o muchos, sin duda menor que la de los periodistas y algún que otro gremio. Su peor delito es haber dejado a España huérfana de un proyecto nacional de reconstrucción, probidad y esperanza. Que solo exigía coraje y amor a la verdad.

HERMANN TERTSCH – ABC – 21/04/17