Luisa Etxenike, EL PAÍS, 28/11/11
Tras los resultados de las últimas elecciones, el Partido Socialista debe, y así lo ha reconocido, entrar en una fase de revisión interna y de refundación de sus relaciones con la ciudadanía para tratar de recuperar el terreno de confianza perdido. Pero la evidencia del retroceso socialista no creo que deba distraer de otras evidencias. La de que el Partido Popular gana pero no sube prácticamente en votos, es decir, que no cala fuera de su electorado más natural; que ese partido adolece también de una forma de desconexión con buena parte de la sociedad. Y algo similar puede decirse de los otros dos partidos con más representación en Euskadi, tras un 20-N que ha dejado, entre otras sensaciones, la de fragilidad.
Frágil es la posición del PNV bajo la apariencia de los resultados obtenidos, porque su triunfo confirma la dependencia territorial de su voto. Se consolida en Bizkaia mientras que en Gipuzkoa y en Álava se visibiliza una forma de desconexión de su proyecto con el electorado. En cuanto a Amaiur, creo que falta un conocimiento más preciso de la sociología de sus votantes actuales para poder afirmar que va a ser continua su conexión con la ciudadanía; que sus resultados no se nutren de un bypass de corriente antisistema que ha encontrado en esas siglas un contexto expresivo puntual. Que hay bastante de esto en el voto a Amaiur, o si se prefiere, que ese partido no confía del todo en la naturaleza o la firmeza de su conexión con su electorado actual -con la adhesión de esos votantes al mero proyecto soberanista- lo demuestra a mi juicio el hecho, altamente simbólico en fondo y forma, de que el alcalde de San Sebastián haya retirado del balcón del ayuntamiento donostiarra la pancarta del «No a ETA» tres días después de la cita electoral y no, por ejemplo, tres días antes. Creo que ese manejo de los plazos traduce, además de otras cosas, una duda de conexión con los votantes.
Entiendo que todos los partidos deben iniciar un proceso de reconexión con la ciudadanía, de refundación de las bases de su confianza. Todos, porque es la clase política en su conjunto la que lleva mucho tiempo en entredicho (no debería excluirse de las interpretaciones electorales el que, encuesta tras encuesta, los ciudadanos la vean como un problema en sí). No parece muy difícil imaginar cuáles pueden ser los materiales para esa refundación de confianza política: defensa de principios frente a partidismos; actualización de la noción y el respeto del interés general; renuncia a las retóricas hipnóticas; largoplacismo; honestidad; sinceridad… Y consideración del ciudadano como un interlocutor valioso y capaz al que hay que (in)formar con y al detalle. Quisiera terminar recordando a Pierre Mendès France -actualizar modelos y referentes ayudaría sin duda a despertar confianza- que decía que la política es «volver a los ciudadanos cointeligentes». Activamente conscientes de todas y cada una de las situaciones.
Luisa Etxenike, EL PAÍS, 28/11/11